Utopías posibles

El patio del Congreso

En todo debate debe haber una negociación, porque solo mediante el lenguaje podemos ponernos de acuerdo

Imagínense por un momento que a algún adolescente le da por prestar una mínima atención al debate de investidura, o que en casa, a la hora de comer, los adultos hablan sobre el supuesto "debate". O no se habla. No se le presta la más mínima atención. Da igual. Es algo que está en el ambiente, que a poco que encendamos la televisión, miremos un periódico o entremos en las redes sociales, nos vamos a encontrar. El ejemplo que nos damos a nosotros mismos, como sociedad, es vergonzoso… y en el caso de la juventud, no solo es eso, sino que además, es peligroso, porque pueden llegar a pensar que se trata de un debate real, y que debatir es eso que están viendo y escuchando.

En un debate de verdad se presentarían los distintos argumentos (que pretenden ser válidos para las demás personas), se buscarían puntos de acuerdo, se reconocerían errores, aprenderían unas personas de los argumentos de otros, permaneciendo abiertos al cambio o el replanteamiento de sus posiciones previas… Un debate debería ser es un espacio para buscar la verdad de manera conjunta. En todo debate debe haber una negociación, porque solo mediante el lenguaje podemos ponernos de acuerdo sobre los significados que atribuimos a la realidad.

Debería basarse en el empeño por buscar ese punto de equilibrio donde todas las partes quedan satisfechas, todo el mundo ha modificado su posición inicial, pero considera que se cumplen la mayor parte de sus expectativas. Claro, que para ello es imprescindible que nos centremos en los argumentos de validez, y no en los argumentos de poder. Si lo que se busca es alguna ventaja en cualquier sentido (más votos, ridiculizar al contrario, marcar la diferencia…) todo lo anterior es imposible.

Lo visto y escuchado estos días es mucho más un circo o una batalla que un auténtico debate. Tenemos mucho trabajo que hacer, mucha pedagogía y sobre todo mucho ejemplo que mostrar, para que esto cambie. El "debate" tiene muchos más puntos en común con "Sálvame" que con el espacio constructivo que (se supone) debería ser el Congreso de los Diputados.

El eje central no es el diálogo, ni la negociación, la argumentación o el consenso, sino la representación de una obra de teatro donde el guión ya viene prefijado de antemano, un espectáculo pensado para los respectivos votantes. En el patio es donde surgen la mayoría de los conflictos. ¿En el de la escuela? No, el del Congreso.

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