Los peatones kamikazes

Lo temible viene con la llegada a semáforos, cruces o cambios de acera, cuando el peatón mantiene su velocidad

En otras ocasiones los protagonistas de estas líneas han sido conductores de vehículos diversos y por un habitual motivo común: la última y ecuménica moda en droga de diseño tecnológico, la "guasapina", es decir, por un enganche físico y neuronal a la mensajería instantánea vía pantalla digital. La preocupación es más que evidente, pues bien es sabido el riesgo que conlleva conducir un vehículo mientras se pretende mantener los sentidos compartidos a pleno rendimiento en la afanosa tarea de trajinar con el móvil y sus múltiples y brillantes aplicaciones. Pero, ¿qué pasa si eliminamos el factor carruaje a motor y su hermano menor a pedales y nos quedamos sólo en la modalidad pedestre? Diríase que en este caso es cada cual con su pellejo y poco peligro podemos o nos pueden ocasionar. No es tan sencillo, ¿verdad? ¡Cuántas veces habremos estado a pique de chocar con un transeúnte imbuido en su particular mundo de luz y color cuatro ge en mitad de una acera! ¡Y cuántas otras haber chocado sin más! Pero bueno, al fin y al cabo caminamos a un ritmo que con dificultad podría tildarse de temerario. Lo temible viene con la llegada a semáforos, cruces o cambios de acera, cuando el inocente e inofensivo peatón mantiene su velocidad de crucero sin mirar ni a derecha, ni a izquierda, ni arriba, ni abajo, ni atrás, ni delante porque todo su mundo, sus sentidos, su emoción y su misma vida están dentro de un ente de naturaleza satelital, y cruza sin encomendarse a tierra, mar o aire, sin desconectarse de la pantalla para reconectarse con la calzada, sin hacer ni el amago de levantar la vista. Cuando ves a una chica empujando un carrito de bebé, con un bebé dentro, cruzando a mitad de una calle, y no por el paso reservado a esa prioridad, absorta en el divertido entretenimiento que emana de su teléfono móvil y lanzada como un misil teledirigido al estanco de turno, ¡¿qué de reacciones nos pueden caber en la cabeza?!

Alguien pensará que el dato del estanco aquí viene poco al caso. Puede ser. Aunque tampoco es banal la controversia que se podría desatar con ese tema. Pero, en fin, que volviendo a la inclinación suicida no intencionada de tanto alegre andariego, poco pasa para la mucha inconsciencia peatonal que derrocha el personal y el mucho hocico que le pone al cruzar cuándo y por donde no debe y encima reprender a quien la señalización da su permiso de paso y circulación.

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