Lo pequeño y lo grande

Igual que sucede en las acciones humanas: nos volcamos en lo grandioso desdeñando lo más pequeño

E SCRIBIÓ Schumacher hace unos cuarenta años, un libro titulado "Lo Pequeño es Hermoso", obra que obtuvo un éxito considerable. Era una revolución en economía en cuanto defendía una nueva perspectiva en la teoría económica, postulando que se enfocara desde los seres humanos concretos, una especie de microeconomía, alejándose de la macroeconomía usual. El libro llamó la atención porque rompía con nuestro modo de ver las cosas, centrado en las grandes, despreciando o dando de lado a las cosas pequeñas. Pasa en economía, pero también pasa en la contemplación de la naturaleza, donde admiramos grandes cataratas, pero no nos fijamos en el detalle de una flor modesta. Igual que sucede en las acciones humanas: nos volcamos en lo grandioso y poco usual, desdeñando lo más pequeño y ordinario. Por ese motivo, un barco cargado de emigrantes rescatados en el mar llama nuestra atención y despierta algo parecido a la solidaridad y aplaudimos que se destinen muchos recursos para atenderlos. Sin duda, todo ese planteamiento centrado en atender a esas personas necesitadas merece aplauso. Pero, acostumbrados como estamos a ese, más que "goteo", "chorreo", de personas que llegan a nuestras costas andaluzas, que en total suman muchas más que las que vienen en el barco grande, ni valoramos la actividad de los voluntarios que los atienden, ni destinamos tantos recursos como los que estuvieron presentes en el puerto de Valencia. Es un tratamiento claramente discriminatorio y éticamente injusto. Y no porque a los primeros les hayan dado mucho, sino porque a los otros les han proporcionado, comparativamente, poco. Esas diferencias se deben, claramente, a los tamaños tan desiguales entre ese barco y una patera, y a las consecuencias mediáticas que se derivan de ellos. Ha sido un bombardeo constante al que nos han sometido radio, prensa y televisión durante una semana. Eso provoca que los poderes públicos, atentos más a las repercusiones de sus decisiones que a lo adecuado de las mismas, hayan destinado tantos recursos a los refugiados de Valencia y tan escasos a las costas andaluzas. Es un mal que se repite una y otra vez en muchas actividades. Y la culpa de tal situación no es solo de los políticos. Una posible solución estribaría en que empleáramos otros criterios al juzgar a nuestros dirigentes: desligarnos de los fogonazos, del bombardeo de los medios y aplicar, un poquito más, criterios propios.

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