Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El pequeño país paradisíaco

Los pequeños países de la UE han tumbado una norma que incomodaba a los titanes corporativos tecnológicos

Con los impuestos, la alegría va por barrios. Por pocos barrios: el de la Agencia Tributaria y los de sus corresponsales regionales y locales. El barrio de Hacienda es rico porque ahí están los ingresos, y a su buen funcionamiento se han dedicado todos los esfuerzos, los que no se han dedicado a, por ejemplo, Justicia, que es un "centro de gasto" nato, lo cual explica bastantes cosas. En el rincón contrario, la parte doliente, o sea, los barrios contribuyentes, vivimos los llamados sujetos pasivos (pasivo igual a sufriente): personas y empresas. Las personas pagan más en su conjunto y de forma directa -que no por IVA- que las empresas : los ingresos tributarios del Estado por IRPF son un 40% del total, mientras que por Sociedades -el que pagan las empresas- suponen un modesto 12%. Las anónimas y limitadas pagan lo mínimo dentro de la legalidad, y eso deben hacer, aunque dicha legalidad pueda ser opinable según ideologías. Y después están las multinacionales.

Las multinacionales que operan en España -en general, en el mundo- han solido decidir en mayor o menor medida su implantación en uno u otro país en función de las prebendas físicas y fiscales que las autoridades públicas les concedan. Un Do ut des, una reciprocidad con beneficios mutuos, se supone. Dentro de estas compañías, que son más fuertes que casi todos los estados del planeta, las llamadas tecnológicas son el poder más concentrado que nunca haya existido: Google, Facebook, Amazon o Microsoft necesitan pocos empleados y consumos materiales para generar rentas galácticas, para dominar -a cambio de excelentes y hasta mágicos servicios- a países y, tercero, para tener monitorizada con lupa la vida consumidora y en general la vida sin más, de todos los ciudadanos casi sin excepción.

Esta semana, varios paraísos fiscales de facto como Luxemburgo, Irlanda, Chipre o Malta han tumbado una ley promovida sobre todo por Francia, España e Italia que no aspiraba a imponer Tasa Google alguna, sino solo a que estas corporaciones declararan cuánto pagan en cada territorio (lo pueden ocultar, sí, pásmese). Podríamos concluir que estas empresas son más poderosas que todos los países y hasta toda la UE junta. Pero la verdad verdadera es que son los pequeños países socios que les ponen la alfombra roja los que tienen la culpa, o bien simplemente juegan sus bazas. Por cierto, una Cataluña independiente tiene un regalazo detrás: ser uno de esos países de fiscalidad de sirena que atrae a multinacionales y capitales reticentes a tributar por sus beneficios.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios