El perdón de Edmond Dàntes

El acto de perdonar implica liberar a aquellos que están a uno y otro lado de una línea injuriosa

Hay casiones en las disfruto imaginando cómo quedarían ciertas historias si intercambiásemos personajes o moviéramos de lugar algunos momentos de la trama. Confieso que tengo particular predilección por la novela de "El Conde de Montecristo". Me pregunto cómo sería si Dumas hubiese escogido comenzar su obra por el perdón en lugar de la venganza. Ese libro hubiera resultado considerablemente más soso, lo reconozco, pero creo que el pobre Edmond Dantès se hubiera ahorrado mucho sufrimiento.

Si nos tropezamos con alguien o cometemos algún error menor solemos pedir disculpas. Las disculpas, resultan casi automáticas. Cuando la ofensa adquiere un grado intermedio debemos pasar a un siguiente nivel; parece aquí apropiado decir que lo sentimos. No todos, claro. Este segundo escalón de reparación exige ya cierta dosis de madurez y humildad. Finalmente, cuando el daño causado es grave todos entendemos que, si hay arrepentimiento sincero, ya solo cabe pedir perdón.

Los niños, siempre tan auténticos, suelen acudir directamente al tercer nivel. Piden perdón puesto que toda ofensa es vivida (por ambas partes) con gran intensidad y ahí toca siempre acogerse a la indulgencia absolutoria. El acto de perdonar implica liberar. Es una suerte de pesada cadena que se rompe armónicamente por sus eslabones más fuertes: el de aquellos que están a uno y otro lado de una línea injuriosa.

La Comisión para la Verdad y la Reconciliación se inició en Sudáfrica para confrontar a los ofensores y a las víctimas del apartheid. Tantos años de infamia y desigualdades sólo podían restañarse bajo un sistema de justicia restaurativa, un modelo donde el perdón sincero de unos y otros resultaba clave. Desde entonces el proyecto se ha visto replicado en diferentes conflictos internacionales, desde guerras civiles a escenarios de terrorismo. En algunos lugares la idea ha sido retorcida y pervertida (la especialidad del ser humano) pero ha sido exitoso en otros muchos permitiendo que victimarios y damnificados convivan en paz después de años trágicos. Si Alejandro Dumas hubiese comenzado por el perdón Dantès tal vez hubiera llegado a nuestros días como el personaje de un bonito cuento infantil. Esos que son leídos por las noches para serenar cuerpos y formar conciencias, uno de esos cuya moraleja podría resumirse en: Dime cómo perdonas y te diré quién eres. Dime cómo pides perdón y te diré quién quieres ser.

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