Libertad Quijotesca

Sin perdón, sin amor

Dejar España hecha un erial requiere privarla de su historia. Del perdón de la Transición

Una de las películas más brillantes, de la felizmente extensa filmografía de Clint Eastwood, es el wéstern Sin perdón (1992). El cuidadísimo guion dibuja la naturaleza de los personajes con sutileza y riqueza de matices. Acudiendo a categorías explicativas filosóficas, humanísticas, creadas por autores de nuestra cultura, nos encontramos con un relato preñado de veracidad vital y razón histórica. Los habitantes de Big Whiskey son personas que muestran su naturaleza humana, nunca estereotipos, trascendiendo tiempos y lugares. Como almeriense, me gusta pensar que Clint es mi vecino de al lado, especialmente cuando camino por las ramblas y veredas entre Tabernas y Gergal. Nunca pierdo la esperanza de encontrarme con este bueno de pocas palabras, y sin embargo, que bien sabe hacerse entender siempre. De modo que en estos días tan alejados de aquella cotidianeidad, que se esfumo en diciembre de 2019, y después de ver las sesiones del martes y el miércoles, 13 y 14 de abril, en el Senado y el Congreso, donde hay tanto feo y tanto malo en sus estancias y alrededores; acudí a las películas de Eastwood en busca de consuelo y recursos para pensar. Mi primera cita fue con Sin perdón para volver a ver a William Munny (Eastwood) diciendo "Matar a un hombre es algo muy duro. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener". Continúe con la Trilogía del dólar (1964-1965-1966) Infierno de cobardes (1973) y Mula (2018). Como necesitaba con urgencia un final poético, atravesé Los Puentes de Madison (1995) "El amor no obedece a nuestras esperanzas, su misterio es puro y absoluto". Queridos lectores lo que me desató esta fiebre cinéfila, con poncho, espuelas y sombrero, fue el horror de escuchar al Narciso del espejito mágico del poder y tesis doctoral ajena. Como nos descuidemos esculpe su aurea faz en el rostro de los leones del Congreso. Claro está, si no se le adelanta su homólogo morado en narcisidad e irresponsabilidades aplicadas, para mayor ruina de España. Estas calamidades sirven al único propósito de dejar España como un erial. Sin el ejemplarizante perdón con el que se abrazaron nuestros mayores, enseñándonos que la historia hay que aprenderla con honradez y asumirla en libertad. Porque nos une en el tiempo y las circunstancias el amor por España. Como el que ellos nos mostraron en la Transición. Amor por la verdad, la paz y la libertad.

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