El periódico en papel, sí

Supongo que hay que ser viejo para entenderlo, pero lo mejor que tiene el papel es que nunca ha servido para oprimir a encadenados

Seguramente, hoy y este momento, lea usted este artículo en una pantalla, ya sea de su móvil o bien en la tablet. A lo mejor lo hace porque le resulta más cómodo; pero quizá, sea porque no le queda otro remedio. El papel, ese soporte que durante más de dos siglos ha permitido hacer llegar cada día noticias, opiniones, publicidad y, porqué no decirlo, alguna que otra mentira (hoy está de moda decir new fake), hasta el más pequeño pueblo del mundo desarrollado, parece, aunque uno no quiera, se nos marcha. Primero cayeron los quioscos y, después, y con la excusa del dichoso virus, desaparecen los periódicos de bares y cafeterías, su último bastión si descontamos las suscripciones. Viene de muy lejos el acto de tomar el café mañanero o lo que usted tenga costumbre fuera de casa solo o en compañía y hojear la prensa se ha convertido no ya en un lujo sino, directamente y según "los guardianes de la moralidad sanitaria", en un insolidario acto de irresponsabilidad que, decían al principio de esta anómala situación que vivimos, podía llegar a poner en peligro a propios y extraños porque no había nada que garantizase que el dichoso virus no fuera a quedarse allí, instalado y agazapado entre las páginas de local y los anuncios por palabras.

En estos últimos dieciocho meses que llevamos amordazados en todos los sentidos, no ha habido noticias de contagios causados por la lectura compartida de un diario, pero el mal está ya consumado y los acosados y hundidos dueños de cafeterías, bares y restaurantes han eliminado la prensa del menú con que nos obsequiaban a la hora del desayuno. Como la facturación bajó a mínimos, los gastos con las medidas de seguridad altos, los cierres temporales, las aperturas y cierres constantes, pues tuvieron que recortar y los periódicos (uno local, otro nacional y uno deportivo) fueron las víctimas propiciatorias para paliar parte de su ruina.

Que es un error lo saben hasta los propios hosteleros porque, ahora, sin nada más que mirar al techo, o trastear en el móvil cuando el negro, humeante y amargo café se termina, las segundas y hasta terceras consumiciones se han convertido casi en entelequias.

Supongo que hay que ser viejo para entenderlo, pero lo mejor que tiene el papel es que nunca ha servido para oprimir a encadenados, sino más bien para lo contrario. Por eso me gusta. El periódico en papel, SÍ.

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