La perversión del lenguaje

Todo es posible, cuando la razón y la coherencia son parte angular de las decisiones y de las acciones que realizamos

La plasmación de cualquier discurso de cualquier individuo es la palabra y debe ir precedida de un acto. Cuando dichos hechos coinciden en un mismo sujeto, es decir, cuando lo que se dice casa con lo que se hace, se llama coherencia. Y si todo ello lleva consigo unos principios y unos valores, hemos alcanzado el cenit del ser humano y se convierte en integridad. Todo esto que se explicita en este sucinto artículo que se da por sabido, no es tal. Y la perversión del lenguaje nos lo advierte. Decimos una cosa, hacemos otra y pensamos en una muy distinta. El sistema lo aprueba y nosotros ejecutamos, como buenos siervos. Sin embargo, pasado el tiempo, pedimos explicaciones y no entendemos por qué nos traicionan o por qué nunca salen los planes como los programamos. Y creedme: todo es posible, cuando la razón y la coherencia son parte angular de las decisiones y de las acciones que realizamos.

Sin embargo, cuando esta premisa no se cumple, se construye una sociedad abocada al fracaso. Y este efecto sucede porque sus miembros no están preparados para afrontar la realidad -y es que la realidad no es triste, sino es-. Ya que alrededor de dicha realidad se ha construido una sociedad incapaz de afrontar cualquier cambio que destruya su verdad virtual o ese mundo tornasolado aceptado, a sabiendas que no existe, que no es posible, y que el sistema o aquellos que dirigen el sistema nos van dan migajas para mostrarnos que es posible, cuando en realidad estamos llenos de fango hasta el cuello.

Imagínese, mi querido lector, que por un momento nos revelan en un mitin o en una charla que todo lo que nos han dicho es mentira. Imagínese por un momento que usted y yo descubrimos que todo ha sido una farsa y que en estos últimos años nos han estado mintiendo y, encima, nos han robado todo lo que teníamos, incluso la dignidad. Afrontaríamos esa cruda realidad de forma traumática. Sobre todo, cuando empezamos a sufrir las verdaderas consecuencias de esa nueva realidad impuesta o revelada.

Hemos llegado a los niveles máximos de la perversión del lenguaje en los que la ciudadanía ya no sabe discernir entre la veracidad de la noticia, entre lo que significa una fuente fiable o simplemente tener la capacidad de cliquear la noticia y leerla hasta el final. Sin duda alguna, lo más difícil está por llegar. Y sólo aquellos que sean capaces de tener el suficiente espíritu auto-crítico, aceptar los cambios y reflexionar, podrán salvar la poca dignidad que nos queda.

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