LA tentación, claro está, es tomarse a chota las delirantes palabras de Yolanda Díaz sobre el “plan b” perverso de los muy ricos para escapar en cohete de un planeta Tierra cada vez más deteriorado por su avaricia. No sabemos muy bien qué le molesta más a la vicepresidenta segunda en funciones, el sesgo de clase de la huida o el hecho de que el Ejecutivo no pueda mangonear la tripulación y el pasaje de ese Arca de Noé sideral. Díaz, probablemente, preferiría una nave con cuotas de género, primera clase para las nacionalidades históricas, enchufados de los distintos ministerios, traductores de todos los idiomas hispánicos (incluido el estremeñu, última adquisición), etcétera. En fin, una nave pública con retraso en la salida y comité de empresa adocenado y a las órdenes de los partidos políticos de izquierda. Sinceramente, al grueso de los ciudadanos, que nos quedaremos aquí aguantando el chaparrón, poco nos importa que los elegidos sean ricachones con chateaux en la Costa Azul o comisarios de clase media con apartamentos en Benidorm. Llegado el apocalipsis, ¿qué más da?
Pocas veces se han visto de una manera tan cruda las costuras del populismo y la demagogia de Yolanda Díaz... ricos malísimos en cohete... genial. Pero, por ahora, el único que se ha escapado y por su propio pie ha sido el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, el mismo al que Díaz quiere traer a España con todos los honores para poder seguir sentada en la poltrona del poder.
Es curiosa la fascinación que los políticos de progreso sienten por las cosas del espacio sideral. Ya España entera se carcajeó con aquel discurso de Alfredo Sánchez Monteseirín en la Avenida Astronomía de Sevilla. Recuerden: “¿qué sería de nosotros los astronautas si no nos dijeran los astrólogos o los astrónomos cómo son las cosas, lo que nos podemos encontrar allí en el más allá?”. Todavía hoy sigue siendo un hit en Youtube, junto a la “Mujer pícara” del Fary. En el fondo, Monteseirín no decía ninguna tontería. En un periódico ya desaparecido en el que trabajé hace ya demasiado tiempo tuve por jefe a un director al que, todas las semanas, visitaba una bruja con pinta de bruja que le echaba las cartas. No se rían. François Mitterrand, que en tiempos fue un icono de la progresía, recibía habitualmente en su despacho a la famosa astróloga Élizabeth Teissier; y Ronald Reagan, adalid de la conservaduría de los 80, contaba con la asesoría de la bruja Joan Quigley.
No sabemos muy bien quién es el asesor que advirtió a Yolanda Díaz del “plan b” de los ricos, pero su predicción está a la altura de las de la bruja Lola, aquella que entusiasmó a España con sus velas negras. Y pensar que Yolanda fue considerada la esperanza blanca de la izquierda. Que vuelva Pablo Iglesias.