La cuarta pared

Tengo un plan

En 1493, Leonardo consiguió terminar y presentar en sociedad un molde de yeso a escala real de la escultura

Afinales del siglo XV, el duque de Milán, Ludovico Sforza, encargó a Leonardo da Vinci la tarea de diseñar y construir un monumento ecuestre que honrase la memoria de su padre. En un primer momento, la estatua estaba prevista a tamaño natural, pero el devenir de los acontecimientos y el plan de Leonardo para su obra la terminaría convirtiendo en un proyecto de mucha mayor envergadura.

El desarrollo del encargo se alargó durante varios años. En primer lugar, hubo un proceso de diseño hasta encontrar la postura más indicada para el caballo y el jinete, teniendo en cuenta infinidad de factores, desde las sombras proyectadas hasta la capacidad técnica de la época para sostener en pie una escultura en bronce de más de 7 metros de altura. La estrategia para el fundido de la pieza era asombrosa, se planteaba encofrar la estatua con madera de una manera muy similar a las construcciones actuales, pero también hubo que hacer frente a cuestiones personales de la vida del artista, o incluso a la guerra con Francia que, durante esta época, se manifestaba con mayor vehemencia en el norte de Italia, concretamente en la fortaleza militar que era Milán.

En 1493, Leonardo consiguió terminar y presentar en sociedad un molde de yeso a escala real de la escultura, pero curiosamente, un año más tarde, una fuerte batalla en la ciudad obligó a fundir todo el bronce reservado para fabricar cañones. El plan de Leonardo se quedó ahí, en un plan.

Al igual que cualquier otro proyecto arquitectónico, la construcción de la escultura requiere de una idea, un diseño, un desarrollo y definición del objeto, una planificación y por supuesto, su correcta ejecución. Procesos que no son ni mucho menos propios de estas disciplinas, se trata de sucesiones que están presentes en casi todos los ámbitos de la vida, desde pintar un cuadro hasta cocinar una tortilla de patatas.

Los planes establecen una declaración de intenciones para una puesta en marcha a futuro. Un plan no es más que un propósito estudiado. Pueden ser maravillosos, perversos, ingeniosos o inexactos, pero nunca lo sabremos hasta que los pongamos en marcha.

Existen ciertos momentos concretos en la vida en los que es necesario tomar decisiones, elaborar un plan o marcar una estrategia que determine el porvenir de nuestro futuro. Desde orientar tu encaje laboral con apenas 18 años hasta decidir cómo vivir tu jubilación con 67. Lo importante no es tener un plan, sino acometerlo.

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