A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

La política del Tenorio

Nos parece casi peor lo de prometer una financiación especial a los vascos en unos momentos de crisis económica

Cuando las cosas van mal, lo primero es tocar fondo para salir a flote. Pero parece que ni siquiera ese consuelo vamos a tener. La última semana se produjeron todos los errores que la política puede cometer en unos momentos en los que se necesita sensatez y cierta unidad de acción. Pactar las reformas económicas con los partidos más extremistas supone caminar justo en la dirección contraria. No lo decimos porque sea una burla hacia los empresarios con los que se negociaba. Muchos de ellos son más políticos que empresarios. Habrá dinero para calmarlos y volverán a sentarse en la mesa. Lo malo es el mensaje que ha llegado a los autónomos, a cuantos tienen un negocio. Ya intuyen adónde se va y lo tendrán en cuenta antes de tomar cualquier decisión.

Con todo, nos parece casi peor lo de prometer una financiación especial a los vascos en unos momentos de crisis económica. A este paso nos vamos a convertir en una colonia en nuestro propio país. No puede haber un mensaje más destructivo cuando se van a pedir recortes y sacrificios. ¿Para qué aceptarlos? ¿Para que vascos y catalanes vivan mejor que el resto? No parece muy motivador para los demás.

Mientras la economía entra en la UCI y el futuro se oscurece cada día un poco más, la política solo se entiende hoy si la vemos como una farsa. Si se produce algún cambio, el sucesor recogerá lo que quede de la hacienda y tendrá que decir con Luis Mejías: "imposible la has dejado para vos y para mí". Eso sí, don Juan podrá irse tranquilamente a disfrutar de un sueldo vitalicio. Ya sabemos cómo acaba el drama de Zorrilla. Después de presumir de sus engaños, el Tenorio obtiene muy fácil el perdón. La bella Inés -¡vaya con el nombre elegido!- interviene en su favor y todo se arregla con un hábil volantazo: "un punto de contrición/ da al alma la salvación". De esta forma, don Juan escapa de los fuegos que él mismo provoca y representa, quizás, con sus arrogancias impunes, las ansias secretas de tantos españoles. Sólo Valle Inclán, que sufrió la trágica comedia y la incapacidad de los políticos en la guerra de Cuba, supo retratar al personaje de Zorrilla. Para mostrar la frivolidad del protagonista, le bastó con darle un nombre certero: Juanito Ventolera. A los demás nos queda solo pagar los gastos de la fiesta y hacer de estatua como el Comendador.

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