El manuscrito

Manuel López Muñoz

La política de la belleza

Todo el mundo es guapo, todo el mundo tiene buen tipo, buena planta y, en algunos casos, hasta buena facha

Recuperar Bellas parejas de jóvenes campan sonrientes sembrando por los predios electorales sus consignas. Ellos abren el cartel y ellas figuran en segundo nivel, apoyándolos alegres. No hay candidatos adefesios ni malencaradas candidatas. Todo el mundo es guapo, todo el mundo tiene buen tipo, buena planta y, en algunos casos, hasta buena facha. Igual me toman por loco, pero quiero que gobierne alguien que sepa, no que sepa sólo posar. Quiero saber que dejo mi futuro en manos de alguien que tenga algo más que una imagen popular y un tanto de fama. Cuenta Fedro siguiendo a Esopo que, hurgando un día una zorra entre las pertenencias de un actor, se encontró una máscara, la miró y dijo: "¡Qué bella es! ¡Lástima que no tenga seso!" Aun protagonizada por animales, la fábula contiene enseñanzas para los humanos: de nada sirve la belleza si no contiene sabiduría. Es un gran peligro: si todo se reduce a poderío y apostura y se da por supuesta o por innecesaria la sapiencia, peligran las naciones y perecen a manos de quienes hacen de la política un álbum de cromos repleto de estampas coloridas y pomposas.

Desde luego, no seré yo quien haga un elogio de la fealdad porque, como a cualquiera, me gusta contemplar las gratas obras de la Naturaleza y deleitarme en ellas con la armonía del mundo. El problema es que hablamos de personas que van a intentar ocuparse de nuestros asuntos cotidianos. No hablamos de pasarelas, ni de concursos, ni de solo buscar la universal admiración y el arrobo cósmico. Hablamos de gobernar ciudades, países o continentes, de tener conocimientos, no de confiar en alguien por el placer estético de apreciar su lozana juventud. La sabiduría es necesaria; la belleza, complementaria. ¿Y qué diremos de la fuerza? De nuevo, nos presentan imágenes engañosas: no nos muestran personajes con fuerza moral o intelectual, sino física, como si la combinación de rostro, músculo y potencia vocal para repetir eslóganes fuera capaz de suplir a la inteligencia, la astucia o la formación intelectual. Podemos hacer como la zorra: señalar el yermo intelectual de la bella máscara y seguir nuestro camino. Sin embargo, creo que deberíamos votar con el cerebro a quien, más allá de su belleza, nos ofrezca fuerza moral y sabiduría. De momento, me temo que habré de ir, como Diógenes por Atenas, con un candil encendido, a ver si encuentro candidatos que, aparte de bellos, parezcan sabios.

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