Hay algo entre extravagante, snob y entrañable en el hecho de que los británicos se hayan echado un primer ministro de origen indio. Tiene un paralelismo: una italiana, Sonia Gandhi, nuera de Indira, presidió durante más de una década el Partido del Congreso, la principal organización política de la India. En ambos casos, estamos ante gente enormemente rica, sólidamente instalada en la elite de sus sociedades. Y estas cosas ocurren con la más absoluta naturalidad, para pasmo y cierta admiración del resto del mundo.
Ya nos emocionó en 2009 que un negro llegara a la Presidencia de los Estados Unidos. Aunque aquel afroamericano por parte de padre no fuese descendiente de esclavos y su madre fuera blanca. Pero conmovió a todo el planeta verlo en la Casa Blanca. Después, como suele ocurrir cuando las expectativas de disparan, no fue un presidente espectacular. Valga como ejemplo que le dieron el Premio Nobel de la Paz casi como un regalo de bienvenida a los ocho meses de tomar posesión.
Aquí en Europa, aunque ellos no se consideren europeos, tenemos el ejemplo peculiar del Reino Unido, con la llegada de Rishi Sunak al 10 de Downing Street. Él se define como completamente británico: "Este es mi hogar y mi país, pero mi herencia religiosa y cultural es india". Y tiene un curioso paralelismo con Obama: los padres de ambos nacieron en Kenia. El del premier británico es médico y el del ex presidente americano era un economista doctorado en Harvard.
En Andalucía, la tradición británica está en muchas partes, en las minas y el fútbol de Huelva, los vinos de Jerez, el entorno de Gibraltar, primera etapa de la luna de miel de Carlos y Diana en 1981... El reciente rey Carlos III ya ha conocido a dos primeros ministros. Con Liz Truss ya puso en práctica su peculiar y distendido sentido del humor. En su primera audiencia semanal, después de unos días tempestuosos, con los mercados hundidos, la acogida del rey no pudo ser menos empática:
-Su Majestad.
-¿Así que has vuelto otra vez?
-Es un gran placer.
-Oh, querida, querida… no importa.
A Carlos estas cosas no le alteran el pulso. Puestos a ser modernos, él tiene una nuera negra y un currículo familiar a prueba de espantos. Ayer mismo en este diario Francisco Gallardo nos explicaba la particular relación de confianza entre el monarca, la reina consorte Camila, y el primer marido de ella Andrew Parker Bowles, un general de brigada muy allegado a la familia real. Las relaciones entre los Windsor y los Parker componen más de un culebrón cruzado. Llevar todo esto sin complejos exige sus dosis de extravagancia, snobismo y una autoestima a prueba de bombas mediáticas.
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