El primer error de Feijóo

Tiempo habrá para atacar la traición al Estado que supone garantizar la libertad de Puigdemont por los presupuestos

Empiezo por el final. La negativa del PP, en forma de "suspensión de las conversaciones" anunciada en su comunicado del pasado día 27, a acordar con el Gobierno el nombramiento de la nueva cúpula del Poder Judicial, cuando al parecer ya había un consenso sobre los nombres, es un error. El hecho objetivo de que el presidente Sánchez esté a su vez negociando con sus aliados de ERC una reforma del Código Penal que alivie las penas por sedición, y en su consecuencia, la posición personal de los procesados huidos, puede ser una indignidad, otra más, de un político a un clavo ardiendo agarrado, pero no es argumento suficiente para salirse por las bravas de la negociación.

Se omite con frecuencia un detalle que para mí es esencial: la renovación del CGPJ tal y como dispone la actual Ley del 85 es competencia (y por tanto obligación) del Parlamento. Esto, que en tiempos de Pablo Casado parecía un detalle menor o accesorio, parece que cambió con la llegada de Alberto Núñez Feijóo, quien de inmediato dio órdenes a un eficaz subalterno para desenredar de una vez la cuestión. Pero cuando parecía que los buenos oficios de González Pons acercaban el final de este asunto, de repente lo que era una obligación ya no lo es tanto, y otra vez vuelven los condicionantes y las reservas. Para este viaje, la verdad, no hacía falta ninguna alforja. Bastaba con hacerle caso a la Ayuso o a la Alvarez de Toledo, y asunto resuelto. ¿O es que de verdad quieren que nos creamos que otra vez se han dejado engañar por Sánchez?

Lo verdaderamente preocupante, para mí, es la repercusión que esta nueva vuelta de tuerca pueda suponer para el liderazgo de Feijóo. Queda en el aire una cierta atmósfera de indefinición, como si a última hora le hubiera temblado el pulso, y haya preferido resguardarse en ese más cómodo rincón donde abundan los reproches y los lugares comunes. Si es cierto que los veinte nombres acordados pasaban la prueba del algodón del decoro y la solvencia técnica, no encuentro razón para no ejercer de una vez su obligación constitucional, que como está el patio, no deja de ser la mejor muestra de liderazgo, por encima de encuestas internas de partido. Y después, tiempo habrá para atacar la traición al Estado que supone garantizar la libertad de Puigdemont a cambio de unos presupuestos y que, no se olvide, ni siquiera la errática maniobra de Feijóo está en condiciones de evitar.

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