El problema de España

El verdadero problema de españa era -y sigue siendo- la incultura, una profunda incultura

Hace ya más de un siglo del debate intelectual noventayochista, que en vano trató de modernizar España, y resulta aleccionador recuperar ahora el pensamiento de un joven e ilusionado Ortega y Gasset en su pretensión de salvar y educar a su país. Tras los primeros viajes a Alemania, donde el filósofo pudo comprobar la distancia abismal entre la cultura germana y la nuestra, afirmaba sin tapujos que "España no es nada... y con una terquedad incomprensible viene cometiendo, desde hace siglos, el gran pecado... la incultura, el horror a las ideas y a las teorías. Si no hemos tenido filosofía, podemos decir muy lisamente que no nos hemos iniciado siquiera en la cultura moderna... esta es la herida profunda que lleva en medio del corazón nuestra raza, y la hace andar como un pueblo fantasma".

El joven Ortega manifestaba abiertamente su desprecio ante la forma de vida española, pegada a las costumbres y al sentimiento más irracional. El verdadero problema de españa era -y sigue siendo- la incultura, una profunda incultura. Para Ortega la Cultura era la Ciencia, la Moral y la Estética, todas ellas ajenas al pueblo español. "En todo hombre hay dos "yoes" que pugnan entre si: una especie de gorila, salvaje e irreductible, y otro que busca pensar ideas exactas, cumplir acciones legales. En aquel solo existen los bravíos instintos; éste participa de la ciencia, del deber y la belleza, es el hombre de la cultura". Y sostiene que España debe ser formada y culturizada; ha de hacerse un patriotismo no anclado en las costumbres del pasado sino encarado al futuro, para cambiar la realidad.

Este cambio ha de implementarse desde la decisión política de un grupo dirigente, salvador y cualificado, que ponga en marcha un programa de reeducación nacional, una pedagogía eficaz que permita acercar la Cultura al pueblo. En este marco de pensamiento se distanciaba sobremanera de las tesis de muchos intelectuales y escritores de la época que, como en el caso de Unamuno, pretendían encontrar la salvación hurgando en lo distintitivo de lo "español", aquello que nos identificaba y podía enorgullecernos.

Ortega, que tuvo un notable desencuentro con Unamuno, hacía tabla rasa con todo y sostenía que solo había en lo genuinamente español motivos de vergüenza y bochorno; su apuesta era europeizarnos. El tiempo le ha dado la razón.

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