Los profestas de la posverdad

La posverdad lleva más allá de la mentira: interviene como acto delictivo que queda sin castigo

Es tan importante pasar por "moderno-puesto-al-día" que no nos importa quedar como verdaderos gilipollas en debates de plena actualidad. ¿Para qué recurrir al refranero cuando tenemos neologismos que no da tiempo a incorporar adecuadamente? Para qué vamos a decir aquello del "tú miente, que algo queda", si es de plena actualidad sumarse a la oleada de profetismo de la posverdad que nos invade. Me atrevo a añadir una cualidad de la posverdad que la lleva más allá de la mentira: interviene como acto delictivo que queda sin castigo. Y me atrevo a señalar al Trío de las Azores como primera aparición pública de lo que podría calificarse como profetas de la posverdad cuando señalaron las inexistentes armas de destrucción masiva iraquíes como amenaza a Occidente. Ahora, uno de ellos, nuestro ex Aznar, se descuelga con afirmaciones falsas (en el contexto de reivindicar, a lo que yo me sumo, la liberación de presos políticos en Venezuela). Me refiero a cuando este patán dice que "Venezuela está gobernada por una dictadura". Vamos a ver, ignorante: te puede gustar o no un gobierno, pero decir que es dictatorial quien ejerce el poder desde que ha sido legitimado por las urnas en sufragio universal… A mí tampoco me gusta la democracia española, la veo necesitada de incorporar nuevos instrumentos de control, de transparencia, de participación,… Pero, decir que el Gobierno de Rajoy no es democrático sería una solemne necesidad: no convencería a nadie de lo que ya tenga preconcebido, porque es algo puramente subjetivo. Además de falso. Y es que una cosa es que no nos gusten las reglas del juego y otra, muy distinta, que las cambiemos a conveniencia, según el tablero de juego en el que nos encontremos.

Lo mismo le pasa a Mr. Trump: por lo visto se ha creado su propio canal informativo y así, creerse sus propias noticias. Estos pasados días se lamentaba de "los terribles atentados del día anterior en Suecia". Cuando eso lo hace un niño estamos hablando de fantasías o chiquilladas, pero cuando lo hacen personas que representan tan altos niveles de autoridad, se trata de actitudes del todo inaceptables y, por supuesto, recriminables. ¿Hemos abierto una nueva senda, la de estar al loro de todo lo que pasa, la de no creernos a nuestros interlocutores en sus argumentaciones? Si al fin y al cabo, la verdad no vale nada, ¿por qué ha de preocuparnos la mentira? Miente, no pasa nada.

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