Contra todo pronóstico

En un mundo donde lo asombroso dura un TikTok y el ingenio cabe en un Tweet aún es posible encontrar la magia

Basta dedicar un rato a contemplar el firmamento para embargarnos de una sensación contradictoria. La inmensidad del cosmos puede sobrecoger el alma pero pronto apreciaremos una luz tenue describiendo un arco perfecto y a velocidad constante. Un satélite artificial a simple vista. El hombre ha dominado los cielos. Pasear por el monte genera algo parecido. Caminas durante horas, salvando cerros infinitos y barrancos pedregosos. A tu alrededor no hay más que viento ahilado y retama seca pero allá, bien lejos, se puede columbrar una antena, una carretera o un tendido eléctrico. También la tierra ha caído sometida. Durante milenios la Humanidad rindió culto al sol, la luna y el mar. Nuestros dioses se acunaban en las estrellas y habitábamos un mundo de leyendas. El orbe estaba repleto de significados que apuntalaban nuestra existencia.

Hoy la inteligencia artificial, los algoritmos frenéticos y el cálculo de probabilidades han tiranizado a la Naturaleza hasta convertirla en simples números. Estamos más lejos que nunca de entender el universo que respiramos. Nos sentimos tan extraviados como un niño aunque rindamos cualquier encrucijada a golpe de GPS. El pensamiento lógico matemático cotiza al alza dejando en bancarrota al instinto y la emoción. Introducimos las variables en el programa y obtenemos qué porcentaje de probabilidad tendremos de comprar ese producto que nunca necesitaremos, de morir por determinada enfermedad o incluso enamorarnos tras un "match".

Hemos acabado con la última gran aventura, lo asombroso dura un TikTok, el ingenio cabe en un Tweet. Y así, Descartes mediante, casi hemos exterminado a la magia. Si no lo veo no lo creo. Pero, aunque quieran que lo olvidemos, la Vida no cabe en un disco duro; no se puede subir a la nube. Aún es posible mirar al firmamento y estremecerse en su eternidad. Todavía podemos sentir el fuerza silente de la Madre Tierra.

Y así, volviendo nuestra mirada a lo que siempre fuimos, tal vez encontremos de nuevo una pizca de magia ancestral. Hoy recibe otros nombres: esperanza, ilusión o incluso fe. Se trata, en cualquier caso, de cultivar la creencia de que algo bueno e inesperado siempre es posible, merced a algo infinitamente superior a nosotros. Y puede que, con el decurso del tiempo, cuando menos te lo esperas y contra todo pronóstico descubras que puede el condenado salvarse y que la nada mudará al auténtico Ser.

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