La próxima la pago yo

Lo cierto es que, con el vacío de aquel lugar, también llegó el vacuo espacio de tela de mis bolsillos

Llegado el día, aquellos joviales individuos con sus henchidos corazones cumplían fielmente su última voluntad: constituir la tierra definitiva. Crear, por fin, ese mundo visionario y liberal del Universo Mundial. Así pues, entusiasmados todos ellos; muchos, barbilampiños; coléricos, otros. Iniciaron su particular andadura por el maravilloso y fascinante viaje al mundo real. En aquellos años, yo, el aquí presente, tosco, torvo, famélico, imberbe, ojiplático personaje de este presuntuoso artículo, motivado en mi fin y "venido arriba" en inicio, en el momento más inesperado de la celebración, alcé la mano y dije: "...ésta la invito yo". En aquel instante, todos me miraron, asintieron con sus cabezas y ovacionaron a aquel hombre que contribuía al idílico momento que estamos viviendo. Las copas se encumbraron y brindamos -por aquello de reafirmar la confianza y que, si en algún caso hubiese alguna copa envenenada, su poción también contaminase al resto de los presentes-. Sí, festejamos el gran futuro que nos iba a deparar el destino. Consagramos, sí, mi querido lector, por la lealtad, por el compañerismo, por la palabra, por todo aquello por lo que habíamos luchado de forma tan intensa, juntos, codo con codo, día tras día, mientras que el dinero corría a espaldas y a raudales. Al finalizar la fiesta, todos se fueron a sus casas. El local quedó vacío. Los restos de la conmemoración yacían esparcidos por todo el inmueble. Los contenedores de basura estaban repletos. El suelo quedó regado de colillas. Los servicios del local... -mejor no lo cuento, imagínelo, mi querido lector, con eso creo que basta-. Lo cierto es que, con el vacío de aquel lugar, también llegó el vacuo espacio de tela de mis bolsillos. Y con ellos, el hueco inexpugnable de mi alma, quizás, un poco más difícil de llenar que cualquier otro recipiente o vasija que se precie -y como bien sabe usted, mi querido lector, hay cosas que no se llenan, ni siquiera con una sonrisa-. Así pues, el día siguiente fue durillo, diría yo. Me tocó recoger todo a solas. Digamos que, establecí cierto dialogo interior en el que el resultado final fue eso, sólo eso: vacío. Un lugar donde limpiar todos los demonios -que no alimentarlos-. Y cuando me tocó pagar la cuenta, sólo pude pagar con drama, perdón, quise decir: con dracmas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios