Por estas fechas, uno ultimaba la escapada del puente, que ni es de la Constitución ni de la Inmaculada, sino el de los Ambrosios, que pilla justo enmedio y que para eso es el santo propio; también otra que se había convertido en tradición, la escapada navideña, bien en los días previos a Nochebuena, o bien entre esta y Nochevieja. Ahora nuestra mayor preocupación es que en el puente no vamos a poder ir a ver a parte de la familia, por aquello de que no podemos salir del municipio si no es para trabajar, y que veremos a ver si en las Navidades no tenemos que cenar solos en casa porque nos encierren de urgencia tras el descalabro que presupongo -ojalá me equivoque- si dicen de levantar las restricciones después del día 8, porque después de nueve meses y dos olas de pandemia -me niego a aceptar que estemos en la tercera, si no hemos salido de la segunda- ya no confío en la responsabilidad de la gente. Es la Navidad que nos toca este año. Al menos, nos han puesto las luces.
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