Mi querida España

No podemos permitir que el desánimo literario unamuniano y machadiano se nos vuelva a extender hasta amedrentarnos

Estimados y apreciados lectores, se avecinan unos meses muy importantes para la historia de España. No podemos permitirnos que en la España constitucional y democrática, esta España del siglo XXI, no pueda seguir su andadura como un gran país por seguir pactando determinadas formaciones políticas con enemigos declarados de la Constitución y del Estado, marxistas, golpistas y filoterroristas, cuya única razón de ser es dinamitar nuestra Nación.

No puede ser que la única idea cansina durante nueve meses haya sido profanar a un difunto para obtener como único interés rentabilidad electoralista, y no el compromiso en la búsqueda constante de la excelencia en la gestión pública y la buena gobernanza, basada los intereses generales y sociales de toda la comunidad nacional, de todos los españoles, sin discriminaciones positivas ni negativas, que lo único que han producido este enervado marxismo cultural es dividir a la sociedad con leyes discrepantes y sectaritas basadas en una devaluación creciente de los sentires humanísticos y cristianos.

¡Cuántas veces vamos a decir que nos gustan nuestras tierras, pueblos, historia y tradiciones! Que nos gusta sentirnos españoles porque somos solidarios, pero sobre todo por todo cuanto hemos aportado a la Historia con nuestra huella en América y Europa. Nos gustan todas las personas de este país, nos gusta la vida, por lo que no queremos que nos impongan ninguna ideología que se entrometa mediante decreto - ley en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestra fe, en la vitalidad de la sociedad española.

No podemos permitir que el desánimo literario unamuniano y machadiano se nos vuelva a extender hasta conseguir amedrentarnos y dejemos de mirar el futuro mediato con renovada y regeneradora ilusión de unas mujeres y hombres, españoles de bien, sin demagogias, para que sigamos creyendo, sin duda alguna, que con la Constitución de 1978 podemos seguir caminando en un esperanzador proyecto común de entendimiento al compartir una historia, una lengua, una cultura y una fe.

Estamos en Cuaresma, tiempo espiritual esperanzador, y precisamos con necesidad voces de personas audaces, regeneradoras y convencidas que la política española tiene que brillar y embellecer con prestancia y saber estar, especialmente por parte de quienes vayan a ocupar el día 28 de abril los seculares hemiciclos de la soberanía popular.

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