Hasta quí llegamos (10)

Amparándome en la calor, opto por hacer mutis y ya veremos en septiembre si entonces se me ocurre algo

Cuando acabe de escribir este artículo, en unos minutos o quizá una hora si la inspiración no me socorre, ya no seré el mismo que lo inició. Y no solo porque como decía T. Berger, cada segundo está ocurriendo por primera vez, mientras las moléculas, los órganos, la piel, mi corazón y el suyo, se hacen más viejos aunque creamos seguir como si nada. Hoy no es solo por eso. Hoy será además porque al concluir este alegato me habré liberado, siquiera temporalmente, de esa tozuda desazón que me embarga de estar infligiéndoles cada domingo una perorata tras otra. Un riesgo cierto que solemos encarnar la mayoría de los columnistas de ocasión y que casi todos los periódicos, si no todos, nos incitan a perpetrar con pasmosa impunidad. Así que para mitigar el apuro y amparándome en la calor, opto por hacer mutis por el foro estival y ya veremos en septiembre qué tenga que contar, si es que para entonces se me ocurre algo, porque en ausencia de musa digna, callaré prudentemente como aquel diputado, de digna probidad, que apenas tenía nada que decir, pero que al menos no intentaba decirlo. Un rara avis entre tanto político saturado de ansiedad neurótico mediática por hacerse hueco en algún titular, con tal de destacar y no cesar, ni en verano, de noticiarse, afán que interacciona y coquetea con una prensa que también vive de la noticia. Así que uno y otra si no la tienen, se la inventan. Pero a quienes opinamos, alguno intentando la utopía de no plagiar a nadie -o disimulando y copiando a muchos a la vez, habilidad que entonces se califica de erudición-, nos es imposible seguir aquel ritmo noticiero banal. Precisamos de tiempo ocioso, de agenda descuidada con la que fertilizar la reflexión hacedora de ideas, de criterios, de razones, generadas por el inescrutable subconsciente o al rebufo de lecturas diversas. Pero todo eso -quien lo baila lo palpita, ¿verdad Fausto?-, exige tiempo, horas derrochadas en afanes profesionalmente improductivos, en trajines sin fruto ni futuro, ni más propósito que burlar, siquiera por unos días y camuflado en el rincón más umbrío a mano, a la impiedosa ética del rendimiento. Así que les dejo en paz, como mínimo un par de meses, lo prometo. Y con este augurio (o buen agüero) de asueto letárgico y gozón que vindico, éste, que ya no es quien empezó a escribir esto, sino alguien de ánima más aliviada, se despide hasta septiembre o, por si acaso, hasta siempre.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios