Estimado profesor, acabo de leer su texto titulado Querido alumno universitario de grado: te estamos engañando, y me gustaría expresarle mi opinión, aunque para usted seguramente solo será la de un «niñato» más, al que solo le interesa el «TikTok», ver vídeos de Youtube y estar con el Whatsapp a todas horas.

Acabo de terminar mis estudios de grado. Nací en el 2000. Por tal motivo, no pude disfrutar de sus excelsas clases magistrales de finales de los 90. Lo que sí hice fue sufrir, una tras otra, mil reformas «de boquilla» que en realidad no traían nada nuevo a la escuela. Comenta usted cómo el sistema educativo ha ido dando facilidades al alumnado, sobre todo por culpa de la tecnología. No sé si podría darme ejemplos concretos de centros, pero yo lo único que recuerdo son horas y horas interminables de copiar, hacer actividades por escrito y vomitar conocimientos en un examen. Quizá no estén tan lejos los dorados años 90, como usted cree. Quizá las reformas fracasaron porque nunca se llevaron a cabo.

Llega a proponer que la enseñanza vuelva a hacerse sin tecnología. Aquí directamente le planteo: ¿a qué tiene miedo? ¿a que los recursos de la web sean infinitamente mejor que sus amarillos apuntes del 97? Si la función de un profesor la hace mejor una máquina, quizá el docente merezca ser sustituido. ¿No cree que hay que dejar atrás esa época en que encontrar información ya era todo un logro? Si según usted no sabemos expresarnos, ¿a qué se ha dedicado todo el profesorado que hemos tenido desde 1º de Primaria (como poco) hasta terminar este (inútil) grado (según usted)?

Habla de «élite intelectual». Verá… tengo compañeros que terminaron hace tres años, con trabajos magníficos, muy bien pagados y muy bien considerados socialmente. Alguno incluso está en empresas de prestigio, en el extranjero. Eso sí, ninguno de nosotros nos consideramos ni nos hemos considerado nunca «élite», de ningún tipo. Somos personas a las que la vida nos ha llevado por un camino, igual que a otros les lleva fuera de la universidad.

No se equivoque. La culpa de que el mundo se vaya a la mierda, no es mía. Es suya y de las generaciones anteriores. Cambio climático, desigualdades, hambre, miseria, explotación… resultado todo ello de un sistema neoliberal que huele a podrido desde hace mucho. Dice usted que nos está engañando y sinceramente, con todo el respeto, no sé a quién quiere engañar.

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