Eres un radical

No hemos aprendido nada de la pandemia. Estamos creando una sociedad de radicales con los que es difícil convivir

Al principio de la pandemia me preguntaron qué iba a pasar. Tras salir del bloqueo por el impacto de la pregunta me atreví a decir que iba a producirse una reflexión sobre la libertad individual, hecho que se está produciendo. No obstante me atreví a decir que esta crisis también iba a servir para una cura de humildad por parte del ser humano. La imagen del humanismo renacentista estaba agrietada de nuevo y no solo por las posturas poshumanistas sino por el descubrimiento de que un simple virus quitaba al hombre del centro del universo. Además eso también quebraba el predominio de la razón de la modernidad, aun vigente en la posmodernidad. La razón tampoco nos salvaba de la pandemia. No obstante, puedo decir ahora que no estaba en lo cierto a la vista de la evolución social. Aun inmersos en la pandemia hemos sido todos testigos de que el ser humano no ha aprendido nada de lo sucedido. Todo lo contrario las personas se han radicalizado más aún. Por una parte la falta de respeto a las normas sanitarias es obvia ante la desobediencia civil de los protocolos. Es fácil encontrar un número considerable de personas que usan mal a posta las mascarillas, "asomanarices" como me gusta designarlos. De la misma manera es apreciable ver a los positivos como deambulan sin ser controlados. Todos sabemos de alguien. La sociedad se ha desinhibido del peligro que corremos todos. Por otro lado las posturas políticas de los ciudadanos son más agresivas, al igual que la de los políticos. Los discursos están llenos de prejuicios y agresividad sobre las siglas de los otros. El oportunismo político, por otro lado, es patente al igual que la ausencia de colaboracionismo entre las fuerzas políticas. Lo contario de lo que ocurre en el resto de Europa, donde los partidos coinciden en la gestión sanitaria. En el ámbito más cercano se ha expandido la idea de culpa. Este rasgo esencial de nuestra cultura se está convirtiendo en un arma cuando se usa como reproche en el ámbito personal y profesional. Eso implica la no asunción de responsabilidades individuales. Dicho todo esto me atreveré a hacer un diagnóstico: tras la primera ola se ha construido una sociedad de agnósticos y culpables nada recomendable que evidencia no solo que la crisis no ha servido para nada sino que antes de ella teníamos problemas sociales que se han recrudecido. Y todo esto me apena terriblemente.

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