El reencuentro

Hay momentos en que corresponde introducir cambios en nuestra vida. Cómo hacerlos es la clave

Hay ocasiones en las que perdemos el norte. Bien porque las circunstancias han cambiado y toca corregir la deriva, bien porque nos damos cuenta de que ese rumbo nunca fue, en realidad, el nuestro. En momentos así nos debemos enfrentar, primero, a un terrible sentimiento de vacío. Al cabo nos irá asediando una suerte de tristeza vital por la pérdida de lo que teníamos. Y ,finalmente, si es que no había aparecido entreverado antes, el miedo, que muerde siempre con fuerza. Pero este principio de realidad, si somos honestos, nos colocará en la mejor posición posible. Toca hacer cambios ya. Considero importante matizar que cambiar no es sino evolucionar. Implica desarrollarse, caminar de manera ordenada.

Ante un proceso de genuino cambio no caben recetas mágicas, obvio. Cada individuo, según su forma de ser y estar en el mundo, debe reflexionar sus siguientes coordenadas. Pero esta tarea puede facilitarse, catalizarse en verdad, siguiendo tres principios generales que nos han dado autores existenciales de la talla de Frankl o Längle.

El primero de estos es crear. Un jardín, un poema, una pieza de cerámica… En el proceso creativo se ponen en marcha una serie de mecanismos del aparato mental tremendamente sanadores. En numerosas ocasiones el material de desecho psíquico es la base de nuestra creación. Algo así como la transformación del estiércol en nueva vida vegetal.

La segunda recomendación se basa en establecer estrecho contacto con la Naturaleza. Implicarse en actividades que conecten nuestro Yo primigenio con la Madre Tierra nos resultarán muy beneficiosas. A la postre nuestra ropa, nuestros móviles y demás parafernalia son aberraciones de nuestro origen auténtico. Esquivar, siquiera durante un rato, esta deformación evolutiva nos acercará más a nosotros mismos. En tercer lugar, nos dicen estos autores, se trata de establecer un compromiso trascendente. Este no debe ir necesariamente ligado al plano religioso pero sí al espiritual. Es bueno encontrar una causa con la que implicarnos emocionalmente; esta acabará revelándose como una herramienta útil para trascender de una etapa a otra de nuestra existencia. Sugieren, además, que este pilar tenga un componente altruista. Ayudar sienta fenomenal. Y si lo anterior les suscita dudas creo que queda todo muy bien resumido en esta sentencia de Nietzsche: "Quién encuentra un por qué vivir puede soportar casi cualquier cómo".

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