Carta del Director/Luz de cobre

El reparto de la miseria en el agro

La unión del campo en la manifestación del martes dejó excesivos jirones por luchas, incomprensibles, de egos

Comenzar felicitando a los agricultores por el éxito de la manifestación del martes en la ciudad. Una concentración que reunió a más de quince mil personas en defensa de unos precios justos para los cultivadores. Hasta aquí nada que objetar. Un empujón, sin duda. Una muestra de unidad por unos intereses comunes y por unos problemas compartidos y de urgente resolución.

Pero lo que debía ser una defensa cerrada, una unión sin fisuras, acabó convirtiéndose en una lucha de egos, en una batalla de siglas, en tensiones innecesarias y en abucheos incontrolados. Argumentos y munición, todos ellos, que un sector con tantas necesidades, en franco retroceso y con serios problemas en los márgenes de beneficios, no se puede permitir.

Volvamos al inicio. Las altas temperaturas de septiembre y octubre en la provincia disparó la producción a niveles no deseados. Si a esto le unimos que tampoco hacía frío en Europa y una planificación de los cultivos escasa, tenemos todos los argumentos para que las comercializadoras tiren a la baja en sus compras. Con el problema encima, como una espada de Damocles sobre las cabezas de los agricultores, un grupo de ellos, independientes, fue capaz de trabajar conciencias y mover voluntades. Le habían ganado por la mano a las habituales asociaciones -huelga nombrarlas- que adocenadas y repanchigadas en sus mundos levantaron las orejas alertadas ante el éxito de un grupo de agricultores que habían osado trabajar al margen de sus redes. A partir de aquí convocatoria de huelga y manifestación en el campo. Una convocatoria necesaria para remover conciencias, alertar de los peligros que se ciernen y, sobre todo, mostrar a Europa la necesidad de cambiar las reglas de juego para un sector que tiene por delante, posiblemente, la mayor de las reconversiones que ha vivido la agricultura de la provincia si quiere sobrevivir en un mundo global. El éxito de la convocatoria fue rotundo, pero los males persisten el primer y el segundo día y en los siguientes. No se trata de hacerse oír y volver a los cuarteles de invierno, de volver a los invernaderos y a seguir cultivando y vendiendo. Hay que avanzar en otras soluciones, que pasan por la implicación de todos los que son eslabones de esta cadena maravillosa que es la agricultura de Almería, capaz de generar miles de empleos y miles de millones en facturación e ingresos.

Y ahí, por más que nos pese, todavía estamos en pañales. Anclados en salvar cada campaña con más o menos ganancias, sin planificar un futuro en el que todas partes de la cadena sean capaces de unirse en la búsqueda de soluciones satisfactorias para todos. Y para ello, por más que nos empeñemos, la solución no es vetar, abuchear o criticar al de al lado. Hay que darle la mano y caminar unidos. Esa debe ser nuestra fuerza.

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