La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La resaca andaluza después de Navidad

Sabíamos perfectamente que la pandemia empeoraría tras las fiestas, pero dábamos por amortizados los nuevos contagios

Conviene no hacerse trampas cuando se está ante el espejo. Pero el espejo de verdad, el de cristal, no el del agradador que te dice que estás más delgado cuando tienes tres golpes más de bimba, ni el grosero que te suelta que te has "redondeado" en las fiestas. Después de Navidad se han disparado los contagios y el telediario nos marea con el retorno de las restricciones en las distintas comunidades autónomas. Yo no he visto más veces en mi vida la plaza mayor de Valladolid ni tantas imágenes de Murcia. Los de Teruel Existe están jugando muy mal sus cartas de partido influyente en la Moncloa, porque no rascan bola en los informativos. Que levante la mano quien no se esperara una situación así en cuantito pasaran los Reyes Magos en globo, avión, barco o triciclo, según la ciudad. Mirémonos al espejo y reconozcamos que nos daba igual que hubiera más contagios, más ingresos y, por lo tanto, un riesgo mayor de muertes. Todo eso estaba más que amortizado. Se trataba de salir. Somos así, quizás porque nos despertamos cada día con la convicción de que otro será el contagiado. Escapismo le llaman unos. Egoísmo otros. ¡Pobrecitos los que se han contagiado en las dos semanas de Navidad! ¡No habrán cumplido con las normas! ¡Son unos irresponsables! Mira que el presidente de la Junta lo advirtió bien claro, pero mecachis... Mira que el consejero de Salud es didáctico cuando explica "el tema", que lo mejor en esos casos es fijarse en la cara de emoticono que se le pone a Elías (ay, Elías...). Es que estas cosas de los contagiados pasan porque tienen que pasar. Ahora toca apretarnos todos hasta que llegue el próximo puente festivo o la Semana Santa. Se trata de salvar las fechas especiales. Nos marean con el ritmo de las vacunaciones cuando quieren referise a la velocidad. Que no es lo mismo el ritmo que la velocidad. Nos sacan, nos meten, nos vuelven a sacar. La autorregulación de la sociedad es una falacia. Necesitamos estar dirigidos, pero por unos dirigentes que nos expliquen la verdad con toda su crudeza si la tiene, sin edulcorantes. Un fallo, un paso atrás, una versión maquillada, tiene su coste en vidas, su traducción en contagios. No debíamos habernos tomado el verano con tanta alegría. Sabíamos perfectamente que después de Navidad volverían las restricciones. Si en breve tendremos ya dos vacunas en España, ¿por qué no acelerar su aplicación? ¿Por qué Andalucía no pide la colaboración del Ejército? Ahí está la clave para salvar verdaderamente el verano, pues la Iglesia, por ejemplo, ha hecho en muchas diócesis lo que tenía que hacer con la Semana Santa: suspenderla. Pagamos por unos excesos que estaban cantados.

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