De la resistencia

La parresía es, por tanto, un tipo de actividad verbal asociada al coraje y al riesgo

Parresía" es un término griego que significa literalmente "decirlo todo", y por extensión "hablar libremente" o "hablar atrevidamente". El ejercicio de la parresía representaría, en definitiva, la expresión libre de la verdad en todo lugar y situación; "decir la verdad" siempre, pese a todo. Hablar con la verdad tiene una clara vocación de servicio al bien común y entraña un peligro evidente para quien así se expresa. El hablar franco fue sinónimo del ejercicio de la palabra en el ágora griega, y tuvo en Sócrates a su máximo exponente, al ejercer la crítica y libertad absolutas frente al poder y sus relaciones o entramados. La parresía es, por tanto, un tipo de actividad verbal asociada al coraje y al riesgo. El coraje es indispensable para decir la verdad, pues la verdad -como reconoce el acervo popular- "escuece" y se opone a la otra verdad, aquella establecida por el poder. Para Michel Foucault, el gran pensador francés del pasado siglo, la parresía ha de ser crítica y opuesta a todo poder, ha de ser emblema de la resistencia en el mundo contemporáneo. En el universo foucaultiano, la verdad dominante -o preponderante- es la que dictamina el poder, en todas las épocas de la historía. O parafraseando a Humpty Dumpty, el huevo parlanchín de Alicia, se trata de "saber quien es el que manda" para acceder a su verdad, la única posible para la comunidad sometida. Frente al poder, Foucault propone la resistencia del individuo como proyecto personal, una vocación al mismo tiempo dirigida a la comunidad: la parresía ha de ejercerse en el momento adecuado para obtener el efecto más apropiado. Frente a la resistencia y desobediencia ejercitada por una comunidad en su conjunto, Foucault se dirige al individuo concreto que ha de estar siempre vigilante, siempre crítico en su pensamiento. Es posible pensar de otro modo, pensar diferente a la corriente dominante; lo contrario no es pensar, sino seguir las palabras del poder. Y hay que experimentar también diferente, pues lo contrario no es experimentar sino vivir una vida ajena. Oportuna reflexión para un tiempo en el que los poderes necesitan -cada vez más- una masa que no sea fragmentable, que no sea asimilable a individuos aislados con espíritu y conciencia de si mismos.

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