El resurgir del cuento oral

Hoy veo con gozo que cualquiera puede acceder a plataformas con lecturas declamadas con esmero

La industria del audiolibro ya está aquí, con sus relatos de ficción, sus obras de ensayo, biográficas o de teatro, porque no hay género que se le resista, en formatos de lectura interpretada o recitada, de audioseries o en podcast, con una oferta en expansión y para quedarse, creo que para siempre: ¡Bienvenida sea! Se trata como saben, de escuchar en lugar de leer o visionar, la narración del libro que nos cuenten o que se elija al gusto, entre una inagotable 'biblioaudioteca' que ya tiene catalogados decenas de miles de títulos, con un ritmo de crecimiento imparable. Es una opción que descubrí hace años ?sin que haya sustituido la lectura impresa, con la que convive y a la que enriquece? rescatando podcast del programa «Un libro una hora», mientras caminaba animoso, provisto de audífonos, como hago a diario, disfrutando de narraciones que, precedidas de justa fama, solo con la edición impresa un lector no habría podido ni soñar en saborear durante los años que suele durar una vida. Si antes los más tenaces podían aspirar a leer unos dos mil libros por vida (lo que no es fácil), ahora no descarten que se pueda reduplicar el paladeo literario hasta cotas inmensurables. Puedo no ser objetivo, aviso, porque entre mis experiencias editoras, hace un par de décadas, programé habilitar, siguiendo la estela de la ONCE que fue pionera en explorar el formato audio narrativo, una edición de audiocuentos para infantes, en la idea de que así fomentaría su apego al universo literario: quien empieza oyendo, acaba leyendo, era mi apuesta ilusiva. Otras ocupaciones no me dejaron realizarlo. Pero hoy veo con gozo que cualquiera puede acceder a múltiples plataformas con lecturas declamadas con esmero y un surtido generoso. Hay de todo, claro, pero no faltan auténticas obras de arte. Porque a ver quién objeta si no lo fueron las cinco conferencias orales del bibliotecario y ciego genial J.L. Borges que nos entregó solo con la palabra, sin necesidad de usar la pluma, y que hoy engrandecen su producción. Estamos, pues, ante un resurgir del cuento oral, de aquella tradición ancestral que salvó del olvido las cosmogonías de todas las culturas primitivas y que hoy nos ayuda, cuando la vista anda cansina, la luz de una fogata no alcanza o vagamos calmosos, a nutrirnos de vivencias. Que ingerir literatura, no importa por cuál de los sentidos, visual, auditivo, táctil o visceral, es nutrirse de vida.

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