La revolución de las canas

A ver quién se va a pasar más de un siglo soportando el mismo trabajo, la misma pareja y al mismo cuñado

Agolpe de revolución la humanidad progresó, o fue de cabeza al desastre, porque lo que no engorda, mata. Una agudeza popular predicable de esa convulsión social que llega a rebufo de las ciencias biotecnológicas y nos arrastra hacia una revolución radical de esta civilización: el gran alargamiento de la vida humana, tanto cronológico (en años) como biológico (en salud sicofísica). Un fenómeno ansiado, pero que cursa a ritmo tan vertiginoso que no nos dará tiempo ni a regularlo ni a digerirlo y que va a suponer una brutal perturbación planetaria de los valores socioculturales conocidos, inaugurando tal vez una nueva era, el Antropoceno (o la era de la locura humana). Lo que ya genera teorías diversas, alguna optimista, como la que Antonio Huertas e Iñaki Ortega, llaman «La revolución de las canas», sintagma que hago propio, para reflexionar hoy sobre ese hecho disruptivo de dilatar la vida en una especie de "juvenescencia" extensiva que proporcionará no solo más tiempo de vejez sino, sobre todo, una madurez rejuvenecida con más años de existencia consumista, lo que, a poco que se medite, no va a resultar ni barato ni neutro: producirá, de hecho, genera ya, tensiones sociales y ambientales tortuosas. Porque una vez la ciencia nos permita vivir, pongamos que 120 años, no se tratará solo, aunque también, de solventar quién y cómo financiará el derecho universal al bienestar (la felicidad, es otra cosa), en ese futuro tal vez no tan lejano, porque el actual el sistema de pensiones, quiebra sin remedio antes de que la media llegue a los 90 años. Sino que lo más temible de esta prognosis sobre el futuro inminente, quizá sea la afluencia de generaciones acumuladas, si, como se augura, en pocas décadas se incrementa la actual esperanza de vida en el mundo. Para los que maliciamos que la distopia del Universo 25 de Calhaun, sobre el deterioro social entre ratas hacinadas, sí sea aplicable a los humanos, la cosa ya no pinta bien. Pero si prefieren las previsiones del malthusianismo, peor aún. Lo que está claro es que se trata de un reto social formidable. E individual también: porque a ver quién se va a pasar más de un siglo soportando el mismo trabajo, la misma pareja y al mismo cuñado. ¡Qué horror! Un panorama empero verosímil ante tanta supervivencia y masificación demográfica, que nos llega como una amable revolución de las canas y acaso acabe como un apocalipsis antropogénico.

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