NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Los medios informativos más afines al Gobierno han dimensionado a la baja la visita de los Reyes de España a varios de los territorios devastados por los incendios del verano. El más influyente no incluyó la noticia en su primera página (edición de papel) y, en el interior, concedió a la crónica menos de una página.
Como milito en la escuela de la sospecha, tiendo a pensar que no es casual esta minimización de la noticia sobre el viaje real. Y a creer que ha sido una decisión deliberada y meditada de los directivos del periódico. Y a considerar que su finalidad ha sido restar importancia y significación al hecho de que el jefe del Estado haya hecho acto de presencia en los pueblos afectados por el fuego, tenido palabras de consuelo y solidaridad con los vecinos desolados y escuchado sus tristezas, quejas y reclamaciones a pie de calle, sin intermediarios ni filtros. Nada de esto lo hizo unos días antes el presidente del Gobierno, lo cual no significa automáticamente que éste no haya sentido preocupación por las víctimas de los incendios ni haya mal dirigido la gestión gubernamental de la crisis. Simplemente, no estuvo allí con la misma proximidad y empatía que los Reyes.
Me apresuro a matizar que el Rey y la Reina no corren el mismo riesgo al acudir a los lugares de tragedia que el presidente del Gobierno. Casi toda la gente entiende que Felipe VI encarna una monarquía parlamentaria, que reina pero no gobierna y que no pueden pedírsele responsabilidades por los incendios de los bosques y los pueblos, responsabilidades que corresponde exigir a las autoridades, mayormente a las autonómicas y nacionales, que gestionan ésa y casi todas las labores políticas. Juegan, pues, con cierta ventaja con respecto al presidente Sánchez.
Pero no tanta. La experiencia de la dana valenciana certifica que también los Reyes sufrieron insultos, lanzamiento de barro y algún que otro achuchón, y aguantaron el tirón, mientras que Pedro Sánchez se marchó del lugar, protegido por sus escoltas, e hizo bien, para garantizar su seguridad. El caso es que los Reyes han vuelto ahora a sitios donde hay mucha gente gravemente dañada e indignada, y Sánchez no. El gesto de los Reyes, yendo a lugares de devastación, pérdida y miedo para escuchar, consolar y animar, es más simbólico que práctico, ciertamente. Hubiera sido tan simbólico como práctico un gesto semejante por parte de Sánchez. Y más valeroso, después de lo que pasó en la Comunidad Valenciana.
Hipótesis: este hombre es tan narcisista que vive en un estado de decepción y perplejidad en el cual no consigue entender por qué hay gente –no necesariamente facha– que lo ofende, zahiere y acosa, a él, con todo lo que ha hecho y hace por España... Su respuesta es recluirse en la Moncloa, donde vive en una burbuja, rodeado de asesores que sólo le dicen lo que quiere oír, leyendo, viendo y escuchando sólo lo que conviene a su persona, cobijado bajo un círculo de pelotas interesados –valga la redundancia–, sin preguntas de periodistas incómodos y sin pisar la calle ni oler el barro. No ha habido un presidente más aislado e impopular desde el Aznar de sus últimos años.
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