La tapia del manicomio

Ni reyes no roques

Los barbadeños (de Barbados, no confundir con los barbateños de Barbate) quieren cambiar de Jefe de Estado.

Los barbadeños (de Barbados, no confundir con los barbateños de Barbate) quieren cambiar de Jefe de Estado. Ese cargo lo ostenta ahora (y desde hace siglos) la Reina de Inglaterra, pero la quieren destronar. Algo así como lo que quieren hacer los de Podemos en España. Pero hay una pequeña diferencia, porque los de aquí quieren poner la república, mientras que los barbadeños (no confundir con los barbudos) lo que quieren es cambiar una reina por otra. Se ve que la Isabel II les parece muy vieja. Y es verdad. Así que han pensado en poner una reina joven, vistosa y popular: Rihanna. Que como joven, guapa y popular no hay pegas que ponerle. Bueno, si, tiene un pequeño inconveniente, y es que aunque es rica, su fortuna no llega ni a la millonésima parte de la que tiene Isabel de Inglaterra. Y de todas formas los reyes no comparten sus billetes con los ciudadanos. Ni los presidentes de república tampoco, si vamos a eso. O sea, que la motivación económica no parece tener mucho sentido.

Esto nos hace pensar en una solución similar para España, una solución de compromiso: ni se quita la monarquía, ni se deja que sea hereditaria. Así, contentos los monárquicos y los conservadores de la situación actual, y contentos los que quieren elegir al jefe del estado. Porque a muchos se nos abren las carnes pensando en a quién propondría cada facción como presidente de la III República: unos propondrían como candidato a Zapatero, otros a Aznar, otros a Puigdemont, a Blas Piñar o a Dienteputo. Magníficos ejemplos de árbitros imparciales y conciliadores, como deben ser los cargos representativos de la nación.

Por eso parece ideal la solución de los barbadeños (no confundir con los barbilampiños): un rey o reina elegido por el pueblo, pero via redes sociales por aclamación. Rihanna parece que tiene las condiciones para ser la elegida: está muy aparente, es rica y al pueblo le cae bien. Aquí lo tenemos más difícil. Para empezar, lograr una mínima unanimidad entre los españoles es una quimera. Ni Julio Iglesias ni David Bisbal alcanzarían un mínimo de apoyo. Ambos son aparentes, más o menos simpáticos y tienen bastante pasta (Julio mucho más, claro), pero no parecen dispuestos a repartir billetes como los padrinos de los bautizos antiguos. Quizá Amancio Ortega, que realiza donaciones con cierta frecuencia, pero a muchos no les gusta, y encima no es guapo ni joven. Está claro que lo tenemos más difícil que en Barbados. ¡Virgencica, que me quede como estoy!

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