Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Que el ritmo no pare, no pare, no

Hay dos tipos de personas: noveleros natos y muermos adictos a sus sitios

Juguemos a la dicotomía que siempre empieza con "en el mundo hay dos tipos de personas". Pues bien, en el mundo hay dos tipos de personas: quienes suelen frecuentar los mismos sitios, ya suyos; lugares tranquilos, adonde van solos y en los que, quizá, hagan un poco de tertulia con otro parroquiano, y quienes siempre desean novedades, normalmente sitios de moda, con gente en abundancia, y no perdonan una fiesta y mueren por un planazo. Por ejemplo, un Lisboa-Sintra en pandilla tiranizada por el programa de actividades organizado por un coñazo de líder autoungido de tal. Cabría asociar cada tipología mayormente a un sexo; pero huertos, los precisos.

Los primeros son unos muermos; Paul Newman lo era, porque si no estaba de rodaje iba a diario a su bar habitual a tomar una Heineken y una hamburguesa, a solas: debía de ser porque llegada su madurez ya había hecho todos sus deberes sociales, se había comido el queso de muchos y el programa de actividades en comandita le daba sarpullido. Los segundos son -permitan dos latinazgos encadenados- galeotes sociales en perpetuum mobile, y bien puede que víctimas del horror vaccui y la ansiedad que les provoca estar solos. Su tarjeta de baile no da para más, émulos de aquella guapa Patricia Manterola: "Que el ritmo no pare, no pare, no".

Por qué resistirse a citar por enésima vez a Blaise Pascal: "Todas las desgracias del hombre [y mujer...] se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación". La gente activa -activa en sus extramuros- a veces juega a meditar, y se pone con los deditos así frente al sol que nace o declina, según, y dicen dos veces o tres "Oooom". Pero prefieren hacerlo en pelotones de medias docenas, en una playa in y cerca de un chill out. Un sitio supertranqui. Aunque esté hasta la misma bola.

Ahora vienen las fiestas de primavera, estación que genera no sólo picores, sino sobre todo altibajos del alma, y el medio mundo dinámico se encuentra con que las procesiones o, en su caso, las ferias u otras fiestas locales señaladas están prohibidas. Pero el agua busca su salida, y dicen que en Sevilla se van a vestir de mantilla el Jueves Santo pandillas de chicas y mujeres: como el carnaval o las despedidas de soltero, pero de pasión fashion y retrochic. Dicen que también se vestirán de lunares unas semanas más tarde, como en el Villa del Río de Berlanga, con Pepe Isbert de alcalde. Nada que objetar, como tampoco a los que tienen la costumbre de chupar candados. Es sólo admiración por su energía... y un poco de guasa.

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