En Memoria

Rocío Fernández Zamora

El segundo problema

Es indispensable que los partidos sean vistos como instituciones honorables, beneficiosas y útiles para la vida pública

Rooselvet dijo que "una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia", por eso, y más aún en el caso, como es el nuestro, de una democracia joven y todavía alejada del nivel de las alabadas democracias nórdicas, el hecho de que entre los problemas que, a juicio de la población, tiene el país aparezca el comportamiento de aquellos a los que, junto con unas condiciones sociales y económicas extraordinarias respecto de la media, se les da el honor de representarla y el de las organizaciones garantía del pluralismo político, debe preocupar enormemente pues los políticos deben ser los que procuren ese progreso, jamás el problema que lo impida. Pero, cuando solo un 8,1% de la población estima que la situación política es buena y los políticos, los partidos y la política son considerados el segundo problema del país, el momento de la preocupación ha de dejar paso al de los cambios porque llegar a ese punto significa que en el sistema ya han fallado muchas cosas, demasiadas; Y esto es lo que ya ocurre en España según el último barómetro del CIS.

Y, sin duda, uno de los grandes protagonistas de esos cambios que menguarían esta profunda crisis de confianza en nuestra clase política sobre la que ya muchos organismos, de todos los ámbitos, alertan que resta competitividad, lastra el crecimiento y reduce la capacidad de reacción frente a los retos, en su mayoría desconocidos, que nos trae este tiempo de urgencia medioambiental, severas crisis humanitarias, guerras comerciales, globalización, tecnología, desaceleración económica y polarización, deberán ser los partidos políticos ya que en su crédito social va tanto su propia legitimidad como, en enorme medida, la fortaleza de nuestro sistema político y, por extensión, de este país.

Así, es indispensable que los partidos políticos sean vistos como instituciones honorables, beneficiosas y útiles para la vida pública y un lugar estimulante para participar en ella y para ello es necesario que la sociedad perciba, con absoluta claridad, que su comportamiento se dirige por el bien común, no por su propio poder o crecimiento, que sus esfuerzos están en comprender y dar respuesta a los retos de la sociedad, que su argumentario viene del debate, la reflexión y la ideología, que sus criterios de selección son objetivos y que su funcionamiento y estructura interna son democráticos.

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