La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Ni semana ni santa?

¿Estamos convirtiendo la Semana Santa en una tumba y un monumento fúnebre -además vulgar- de Dios?

Hubo un tiempo en que creía que las imágenes sin hermandad eran huérfanas mal vestidas y ayunas de oraciones. No estaba del todo equivocado. Durante siglos los cofrades han cuidado sus imágenes titulares con cariño filial y devoto respeto, mientras aquellas cuyas hermandades se habían extinguido o no la habían tenido envejecían polvorientas y abandonadas en los poco acogedores asilos de sus hornacinas sin flores ni cultos. Muchas hermandades, afortunadamente, siguen haciendo bien las cosas. Pero otras han pasado la frontera que separa el cariño del manoseo y el muñequeo, convirtiendo la imagen en pretexto para salidas ordinarias o extra-ordinarias, desahogo creativo de balenciagas, cocochaneles y cristiandiores de sacristía, lucimiento de bandas y costaleros o lo que a sus creativos e infatigables cofrades se les ocurra. Para eso, mejor el olvido.

Recuerdo un chiste de El Roto que otras veces he citado. La mano de Dios irrumpe desde el Cielo, su índice acusador señala a unos atribulados hombrecillos y su voz tonante les dice: "¿Por qué no os hacéis ateos y me dejáis en paz?". No debe conocer nuestra ciudad porque ignora que ni el ateísmo o el agnosticismo práctico (porque no dan para el teórico) logran que se deje a las imágenes de Dios en paz. Muy al contrario: más las importunan cuanto menos o más superficial y amaneradamente creen creer. Y si se trata de las de su Madre… Mejor callarse. Así se multiplican las hermandades -ya se anuncia otra, montañesina, sin coartada pastoral porque la rodean media docena- mientras se vacían las iglesias. Aumenta la afición cateta y friki mientras menguan la devoción y la emoción.

Veo tan mal las cosas que cada día encuentro mejor reflejada la actual Semana (o mejor Decena) Santa y las otras cuestiones relacionadas con nuestras tradiciones y vivencias religiosas en lo que escriben los ateos. Por ejemplo, entro en la Catedral o en el Salvador, o veo alguna escenografía cofrade, y oigo los ecos de Nietzsche: "Dicen que el loco ese día penetró en varias iglesias y entonó un requiem æternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: ¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?". Esta sensación no deja de asaltarme también, y apesadumbrarme, en lo que a una parte considerable de la Semana Santa se refiere. ¿La estamos convirtiendo en una tumba y un monumento fúnebre -además vulgar- de Dios?

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