No se lo van a creer pero hubo una época en la que, avanzado diciembre se publicaban en el BOE los Presupuestos generales del Estado y la prensa local destacaba, esperanzada o escéptica, que, esta vez sí, habría partidas para mejorar las comunicaciones ferroviarias de Almería con el mundo en general. Y aquí estamos, con los presupuestos de Rajoy, así que es como si nos siguiera gobernando.

Total, que lo más destacado de esta semana sigue siendo el tema de la iluminación navideña. Ya es imparable, y temo lo que suceda el año que viene. Que no se diga que solo el alcalde de Vigo tiene ideas rompedoras. En Almería capital nos han puesto al lado de casa tres coronas gigantes llenas de luces que si las ves cuando bajas al perro por la mañana, apagadas, parecen un poco lamentables, las cosas como son. Pero oye, por la noche con todas sus luces alegran la cosa y los bares de la Rambla y llena de enfado a los repartidores por el asunto atasco no resuelto. Un poco más abajo está el mercadillo navideño que antes fue feria de la cerveza y antes feria medieval y antes del lejano oeste.. De esta forma, el puesto de los gofres se ha quedado ya a vivir entre nosotros.

Sin ánimo de amargar, los últimos artículos de esta columna se han dedicado a analizar unos datos de empleo en la provincia que, pese a las apariencias por eso de que bajó el paro, no pintan bien y presagian un primer trimestre del próximo año, el invierno, muy frío en creación de empleo. Pero bueno, los pensionistas cobrarán ya mismo y en nuestra provincia son 103.500 personas. El cómo se sostendrá el sistema en los próximos años es algo que despierta curiosidad. Pero ya les digo, eso dejémoslo para el trimestre que viene.

Un detalle más a nivel local. Almería capital gastronómica ha pasado, como era de prever, sin que le importara a nadie no digo de otras provincias, sino de Viator mismo. Lo que si veo, al menos durante el puente, es que los almerienses han llenado los bares como si no hubiera un mañana. Lo que es bueno, porque anima la actividad, y en el centro si había gente. La cuestión, sin embargo, es si no es posible una mayor previsión en forma de aumentar por unas horas, siquiera, las plantillas de trabajadores. Ver camareros agotados, disculpándose por el retraso y haber tomado cinco cañas antes de que aparezca la primera tapa. No es el mejor reclamo para promocionar el turismo gastronómico. Alguna de estas cuestiones podrían, quizás, haberse debatido aprovechando la capitalidad. No sólo se trata de promocionar que comamos muchas tapas, sino también de que aumente el empleo.

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