Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Este septiembre

Tras la exuberancia, la prudencia y el buen propósito resurgen en el mes del equinoccio de otoño

Al comenzar el mes pasado trajimos aquí la recurrente reflexión sobre el mes que acabamos de dejar atrás: sus excesos de cualquier tipo, su irracionalidad consumidora, su sensualidad de ocasión y su bendita molicie; el riesgo de asfixia y desquicie que agosto puede proveer. Y de cómo septiembre obligaba a la sensatez, a lo habitual, a ser de nuevo miraditos con la tarjeta de crédito. Hemos inaugurado el noveno mes, otra vez…, como sísifos de piso y adosado que suben la roca por la pendiente para, Dios mediante, volverla a lanzar cuesta abajo en apenas once meses: un eterno retorno, como eterna es la vida de uno mientras que se acaba y no. Es también recurrente hablar ahora del mes del fascículo y el coleccionable de soldaditos de plomo para los más recalcitrantes y descreídos de la tecnología, de la programación de clases de yoga o de bulerías, de las sesiones de diván, del abandono del tabaco y la moderación con el alcohol, el de la licuadora que te dará más salud y vitaminas, el del adiós al pan, quizá también del adiós a la pareja tras no superar las pruebas del verano; suele decirse que septiembre es el mes del inicio del divorcio por antonomasia.

Septiembre ha inspirado mucha creación por esa condición de momento de inflexión, de cambio de ciclo y estado: en su nombre, Woody Allen hizo su película más ajena al humor, pero Earth Wind and Fire llenaron de luz y música euforizante el declinar del sol con su propio September, dando chispa al oro viejo que reestrena este mes. Green Day -un grupo más propio de gente joven: hay cantera- le ha hecho a septiembre una oscura y hermosa canción en la que pide "despiértame cuando haya terminado septiembre", cuando ya el verano haya claudicado ante el otoño, cuando el dolor de quien la escribió, sea el que sea, pueda ser más llevadero. Cabe siempre, cada año cabe, la posibilidad de desplazarse al hemisferio sur si septiembre en el norte te pone bajito de tono sin gran porqué. Desplazarse a una hacienda en Queenstown, Nueva Zelanda, o a un apartamento con sótano embrujado en la calle Garay de Buenos Aires. Puede que con Airbnb, esa maravilla y esa condena, porque más de uno ya no está a tiempo de tener esas propiedades en su patrimonio: vamos tarde para ahorrar. Otro propósito ahorrar, por cierto, consustancial a septiembre. Disfrutemos de él a pesar de los pesares nacionales: nada más al acabar este mes, está programado el referéndum independentista catalán. Un soberano plomo que cursa con gran dosis de estrés colectivo. No nos vayamos a venir abajo, de ninguna manera.

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