Desde que Calígula sentó a Incitato a su mesa, no se había escuchado nada tan ridículo en los mentideros del imperio. El caballo de Hispania se alimentaba de copos de avena, vino rojo y polvo de oro, y como desprecio al Senado, el emperador quiso hacerlo togado. Donald Trump ha querido comprar Groenlandia porque esconde tierras raras para las baterías, pero como Dinamarca no accede a sus delirios, el presidente ha suspendido su visita a Borgen, la sede de los tres poderes daneses. Borgen -la serie de televisión- proponía tramas tan asombrosas como que una liberal pactaba con verdes y laboristas, aunque éstos tenían más escaños, para presidir el Gobierno. Nos parecía tan fabuloso el alarde de pragmatismo, tan de filigrana la forma de la bisagra que creímos digno de importación a Hispania, donde también tenemos de todo, como en los chinos: laboristas, moderados, verdes, liberales, conservadores, extremistas de derecha y hasta nuestros inuits particulares. Pero de nada sirve tanta biodiversidad porque todo se reduce a los dos bloques machadianos y no hay quien cruce la membrana que separa la sangre azul de la roja. Mientras los tres trumpitos -Boris, Bolsonaro y Salvini- han cabalgado durante todo el verano, dejando todo manchado, nuestros cónsules hispanos han preferido sestear y dejarlo todo para septiembre.

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