Lo ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid, al hilo de la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad a Andrés Trapiello, demuestra hasta qué punto el actual PSOE mantiene un relato sectario de nuestro pasado. Calificar al autor de Las armas y las letras de "revisionista", como hicieron portavoces socialistas, manifiesta una actitud ignorante, cómodamente instalada en argumentos falsos que alimentan el frentismo y dejan trágicamente abierta la herida de aquellos años de plomo. Es cierto que el ministro Rodríguez Uribes rechazó después el calificativo; pero no lo es menos que el dardo ya estaba en el aire y, con él, una lectura contumazmente sesgada de cuanto sucedió en la España de la República y de la Guerra Civil.

Al socialismo de Sánchez le irrita Trapiello por su insobornable esfuerzo a la hora de comprender un conflicto que, lejos de entablarse entre buenos y malos, fue manejado por canallas de todo dogma y color. "Era la primera vez en la historia -observa Trapiello en su prólogo al Celia en la revolución de Elena Fortún- en la que tenían lugar al mismo tiempo dos revoluciones de signo contrario, la fascista y la comunista". Esa obsesión suya de ir más allá del mito y de la simplificación choca frontalmente con el propósito, infantil y lamentable, de perpetuar falacias que emponzoñen el alma de los españoles, azucen sus peores instintos y afiancen una rentabilísima dinámica del rencor.

No será por falta de testimonios que avisaran de tal vileza. Julián Zugazagoitia, socialista y ministro de la Gobernación con Negrín, fusilado en 1940, escribió poco antes de morir un libro de lectura imprescindible -Guerra y vicisitudes de los españoles- en el que describe el horror generalizado que vivió y abomina de venganzas, maniqueísmos y desprecios. Tomo del Prólogo sus propias palabras: "Prefiero pagar a la maledicencia las alcabalas más penosas y ser cobarde para quienes me diciernan [sic] ese dicterio, renegado para los que por tal me tengan, escéptico, traidor, egoísta…, que todo me parecerá soportable antes que envenenar, con un legado de odio, la conciencia virgen de las nuevas generaciones".

Zugazagoitia, como Chaves Nogales, como hoy Trapiello, es un héroe de la honestidad y del rigor intelectual, valores ambos que, para nuestra desgracia, continúan cotizando a la baja en este estúpido país, agostado y zafio, de memorias parciales, verdades omitidas, líderes ciegos y olvidos imposibles.

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