Siguiendo el hilo de los últimos acontecimientos en el vasto escenario del presente, no he tenido más remedio que detenerme en ciertos hechos y extraer de ellos un factor común. He visto en la prensa que esta provincia destaca por tener un número de plantaciones de marihuana muy elevado. Y al mismo tiempo también lo hace por poseer un tráfico de matrimonios de conveniencia muy alto. Ambos dos, son hechos muy a tener en cuenta en cualquier tipo de análisis sobre la conducta social y hasta la etnográfica. Por otro lado y muy a pesar mío existe cierta conducta a analizar en la idiosincrasia local. Esto no significa que esto no sea una crítica constructiva, ni que acuse a la totalidad de una comunidad. En absoluto Pero a veces suelo detectar un comportamiento nada agradable. Ciertos individuos suelen ejercer un abuso del poder que les afecta de una forma muy concreta: se vuelven rígidos, egoístas, prepotentes, hasta el punto de ningunear a los que no estén en su misma categoría profesional. Eso significa el desprecio encubierto, la adquisición ilícita del derecho a tener razón y a poseer la verdad por razones del poder. El libertador San Martín dijo al respecto: «la soberbia es una discapacidad que suele afectar sobre todo a los que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder». Llegados a este punto hablaré sobre el síndrome de Hubris, que se da cuando los que ostentan el poder se exceden llegando a la desmesura y convirtiéndose en personas tóxicas. Así lo afirmó el político y médico David Owen. Dicho esto me atreveré a hacer una asociación entre el exceso de plantaciones de marihuana, el de matrimonios de conveniencia, y la existencia de esta conducta basada en la desmesura. Y preguntaré al lector: ¿existe en la cultura local una tendencia a ese comportamiento o solo son casos aislados? En este caso es posible argüir alguna cuestión política. ¿Nuestra política local tiene sucesos vinculados a la impunidad y al exceso de confianza, en la fe ciega en la inviolabilidad y el despotismo? Dejaré que sea el lector quien responda. Lo cierto es que ser la provincia española con tales porcentajes de plantaciones de marihuana y de matrimonios de conveniencia requiere cuanto menos un análisis antropológico no exento de autocrítica. Lo que yo no sé es hasta qué punto estamos dispuestos a ser autocríticos y a pensar que tenemos que mejorar.
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