Utopías posibles

Este sol de la infancia

Hay quien no termina de entender la urgencia, necesidad y obligación de leer a los clásicos

Esta semana se han cumplido ochenta años desde que usted se fue, Don Antonio, ochenta largos años donde su mensaje ha ido cobrando cada vez más y más energía, actualidad, brillantez y vigencia. En el transcurso de estas ocho décadas, ha conseguido romper con su poesía todos los estereotipos del pensamiento único, en una u otra dirección. Derecha e izquierda, norte y sur proclaman sus palabras. Su discurso se dirige al epicentro del alma humana.

Vivimos en la época en que un nuevo invento, la "postverdad" se ha instalado en el discurso. Menos mal que no lo conoció usted, maestro, porque no es más que una manera nueva y elegante de llamar a la mentira. Una manera de mentir descaradamente, pero encima sin derecho a llamar mentiroso a quien la ejerce. Este nubarrón de pensamiento postmoderno hace que no existan ya asideros de pensamiento sólidos, en ningún sentido. Es válido un argumento, y su contrario, es válida una opinión y su contraria, es válido analizar la realidad desde una óptica, o desde la opuesta. Todo es subjetivo, individual. Todo vale… o lo que es lo mismo, nada vale.

Así, por ejemplo, y muy de acuerdo con estos tiempos, hay quien no termina de entender la urgencia, necesidad y obligación de leer a los clásicos en el aula, amparándose en una falsa didáctica basada en la adaptación al ínfimo nivel social. Privar a la juventud del conocimiento de su poesía, del gran legado que muchas personas de su época, anteriores y posteriores han dejado a la humanidad, debería ser perseguido. Con la excusa de la "motivación", se pierde de vista que lo que de verdad mueve al ser humano son los principios, los sentimientos, los pensamientos y las grandes ideas. Formar personas del futuro es darles herramientas para entender su propia cultura y el mundo que les rodea. Si no apostamos por los clásicos, estaremos creando generaciones huérfanas de referentes.

Ese sol de su infancia sigue aquí, Don Antonio, y aunque haya días grises, lluviosos, con tempestades y espesas nieblas, sigue brillando. Seguimos necesitados de que se nos recuerde que lo importante es el camino, y que "se hace camino al andar". Seguimos faltos de argumentos cuando alguien nos habla de "su verdad" o "tu verdad", cuando usted ya dijo que busquemos mejor "la verdad", "y ven conmigo a buscarla". Necesitamos muchas personas como usted, Don Antonio, "en el buen sentido de la palabra, bueno".

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