Los temblores de Iglesias

Y es que, al final, las cosas caen por su propio peso, y defender lo indefendible, te dejan en evidencia

Escuchando esta semana a Pablo Iglesias en el Senado, en la ridícula e innecesaria comisión de investigación que le han creado los populares para, supuestamente, fiscalizar su financiación (despilfarro de dinero público, al final solo eso), viene al recuerdo aquello de que no hay en diciembre valiente que no tiemble. En este caso, no por cuestiones meteorológicas, sino por máximas de rédito electoral. Tiempo ha, nuestro protagonista ensalzaba las bondades del régimen bolivariano de Chávez, mismas pleitesías que, otro después, rendía hacia Nicolás Maduro. Y por entonces, a cualquiera que tuviese la osadía de valorar y juzgar su posicionamiento ideológico, es decir, la sinrazón de defender una dictadura enmascarada de democracia, eran poco las siete plagas bíblicas para quien se atrevía a hacerlo. Es decir, la realidad venezolana topaba de frente con quien tuviera ojos y algo de raciocinio, pero, a pesar de ello, el mandamás podemita, y su guardia pretoriana, negaban lo evidente, y, de camino, maldecían a quienes lo denunciaban.

Tiempo después, ahora, resulta que Podemos comprueba que el suflé inicial con el que irrumpió en la escena nacional baja. El aura que parecía investir a sus dirigentes y correligionarios, tocados por los dioses de la verdad con el fin de salvar al país de todos sus males y defectos, se desvanece. No despuntan en las elecciones catalanas de hace un año, a diferencia del otro partido advenedizo, Ciudadanos, y, además, caen estrepitosamente en las pasadas andaluzas, incluso fagocitando en ellas a Izquierda Unida (¿nadie cuestiona en ese partido los desatinos de Garzón?). Es ahí cuando se alinean los astros de la lucidez, o más bien del temor, y Pablo Iglesias, para sorpresa de muchos y extrañeza de los suyos, se rectifica a sí mismo y reconoce que se equivocó, que Venezuela está mal. Sí, escuchan bien, rectifica. El magnánimo líder, preso del roto electoral que prevé se les viene encima este próximo año, gira y cambia de estrategia. Es pura estrategia.

Y es que, al final, las cosas caen por su propio peso, y defender lo indefendible, te dejan en evidencia. Al señor Iglesias ya le pasó con Grecia, y Tsipras, del que nada volvió a decir. No se puede ser tan obcecado y radical en la vida. Como dijo Paco Ibáñez al musicalizar un poema de Goytisolo, Pablo, aún estas en el camino, en el camino.

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