República de las Letras

A por la tercera ola (2)

Es pan para hoy y hambre para mañana. Pero, claro, más vale pájaro en mano. Lo otro son daños colaterales

Debería yo de haber comentado ya aquí el asunto del emérito. Es tan grave que resulta difícil sustraerse a la tentación. Que aquel rey que fue garante de la democracia frente al golpismo latente en el ejército haya resultado finalmente un supuesto defraudador a Hacienda y, por tanto, un español escasamente patriota, ha sido duro de aceptar. Si el lector piensa que soy monárquico se equivoca. Por demócrata, es difícil en estos tiempos ser monárquico si no eres un fanático de derechas. Así está la cosa. No. Aquella noche de febrero de 1981 me hizo olvidar la cantidad de chistes que habían corrido sobre Juan Carlos durante el agónico franquismo poniéndolo de tonto para arriba y me convirtió en juancarlista: había evitado, seguramente, una masacre -teorías conspiranoicas aparte-.

Y dicho todo lo cual, me centro en lo que me importa: el coronavirus. Hasta que esta pesadilla no acabe, ese será el tema principal de mis pensamientos y reflexiones. Y es que, como dije hace un par de semanas, vamos de cabeza a por la tercera ola. Las medidas del Gobierno y las de la Junta, aflojando las restricciones para Navidad en aras de la economía van a provocar otro desastre a partir de mediados de enero. Anoten esto. A los empresarios, sobre todo a los hosteleros medianos, pequeños y autónomos, les importa por encima de todo salvar la campaña navideña. De todas formas, el mes de enero es tradicionalmente malo. Se van a producir contagios, ingresos en ucis y muertes, pero eso serán daños colaterales -mientras no le toquen a uno directamente-. Así que se están manifestado contra el Gobierno y contra la Junta porque quieren que se abra más todavía. Que se abra a tope. No exigen disminución y exección de impuestos estatales, autonómicos y locales. Ni congelación de alquileres. Ni aplazamiento de pagos y condonación de recibos de luz, agua y teléfono. Todo eso, con el mantenimiento y ampliación de los ertes. No. Exigen abrir. Aunque eso, después, cueste vidas.

En esa línea, nunca he comprendido cómo la televisión no ha adaptado su programación a las medidas anticovid con programas, películas y series de calidad que ayuden a sobrellevarlas y cómo la publicidad sigue impasible incitando a viajar, reunirse, asistir a eventos y consumir, ajena a la situación.

Todo, pan para hoy y hambre para mañana. Pero más vale pájaro en mano. Lo demás son daños colaterales. Ya hablaremos del emérito.

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