La cuarta pared

La terminal

Una maquinaria engrasada a la perfección, en un espacio amable y a escala humana

Desde muy pequeño he sentido una gran fascinación por los grandes aeropuertos. Son como mini ciudades de paso, con su propia policía de Fronteras, cuerpo de bomberos, centros comerciales, hoteles y servicios, y un hervidero de personas que pululan a distinto ritmo y velocidad. Cuando se toman aviones, se acaba pasando mucho tiempo en entre terminales, bien sea por la antelación a la que se está obligado por las medidas de seguridad, bien sea por los periodos de tránsito en los transbordos… si no lo es por los retrasos o por culpa de alguna conexión perdida. En esos momentos, me encanta pasear por la terminal estudiando los recorridos y el deambular de los pasajeros y tripulaciones y observar al personal de pista con su frenética actividad.

Me abruma el elevado nivel de organización y funcionamiento de estas infraestructuras. Existen distintos niveles o capas, con recorridos a veces con un solo sentido y con distintas barreras de control que van dirigiendo a los pasajeros que en muchos casos pisan por primera vez esa terminal, o pasan sin reparar en ella absortos en sus pensamientos. Muchos de esos grandes edificios, son además espacios arquitectónicos de una calidad excepcional. Obras por lo general de grandes arquitectos como Norman Foster, Zaha Hadid, Richard Rogers, Renzo Piano, o Ricardo Bofíl por mencionar algunas de las firmas más reconocibles. Son lugares en los que la eficacia en su funcionamiento llega al nivel de la perfecta maquinaria más compleja pero a la vez en convivencia con espacios amables, humanos y de calidad para personas que pasarán solo unas horas (que se le pueden hacer eternas) durante el trayecto de su viaje. Generalmente nadie tiene como destino el propio aeropuerto en su periplo. Sobre esto hay una simpática película que además se inspira en una historia real. Un pasajero queda estancado en un limbo legal, y vive durante años dentro del aeropuerto JFK "en tierra de nadie". La historia real de Mehran Karimi Nasseri, refugiado iraní que vivió en la Terminal 1 del aeropuerto Charles de Gaulle de París entre los años 1988 y 2006 es algo menos romántica que la versión cinematográfica de Spielberg, que con Tom Hanks como protagonista trata en forma de comedia ligera esa dramática situación. En esta película, se refleja muy bien esa vida en tránsito de los aeropuertos. Desde la perfecta sincronización, a los arquetipos de pasajeros que llenan de forma continua estos espacios en los que no hay separación entre el día y la noche.

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