Me hace gracia. Durante años he sido el "magufo". Aquel al que le gustaban esos temas que desce años cada vez más personas siguen gracias a Iker Jiménez. Incluso en mi adolescencia, época en la que veía claras muchas cosas que ahora me sonrojan, un mínimo de sentido crítico hacía que evitase ciertos reportajes, artículos y columnas de opinión en mis revistas de cabecera. Porque una cosa es tener la mente abierta a otras posibilidades y otra tragarse cualquier tontería sin hacer preguntas. Porque la cosa está ahí, en cuestionar las versiones oficiales pero sin dar por cierto nada. No he podido evitar reírme con vídeos que parodian a los negacionistas de la nieve, que como todos saben lo que cayó en Madrid era "corchopán". Pero a veces no puedo evitar plantearme en qué momento exacto se podía caer en el terraplanismo. Cuándo fue que el negar por negar se dio por válido. Y ojo, en esto de la Covid-19 habría que plantearse muchas cosas, sobre todo en relación a la gestión e intenciones de los que nos gobiernan. Pero nunca podemos dejar de lado el método cartesiano. No lo hagan, por favor.

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