Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Sin 'the end'

Tanto Zapatero como Aznar tenían como ejemplo los acuerdos del Viernes Santo en Belfast: no ha sido así

Nunca imaginé que el final de ETA fuese a transcurrir de este modo, no al menos hasta antes del 2006, cuando la banda lo sentenció como una derrota con el atentado de la terminal cuatro de Barajas. José Luis Rodríguez Zapatero intentó que el final fuese dialogado, con alguna concesión sobre el llamado derecho de autodeterminación y los presos, como antes lo intentó Aznar -quien llamó a la banda "Movimiento Nacional de Liberación Vasco"- y Felipe González, en varias ocasiones. Tanto Zapatero como Aznar tenían el ejemplo a seguir de las acuerdos del Viernes Santo, que puso fin al IRA con una firma entre el Gobierno británico y todos los partidos irlandeses, incluido el brazo político de los terroristas. Tony Blair, que fue recibido horas después de ese viernes por Aznar en Doñana, dejó en libertad a todos los terroristas, republicanos y unionistas.

Sí, ETA fue tan fuerte que estuvo a punto de conseguir el objetivo que se marcó en los años ochenta: forzar una negociación con el Estado sobre el futuro del País Vasco, lo que hubiese supuesto una legitimación histórica de su estrategia y, desde luego, el liderazgo entre los partidos nacionalistas. A medida que transcurrían los años y ETA abundaba en sus errores ante la opinión pública vasca, con atentados como los de Hipercor o el asesinato de Miguel Ángel Blanco, debilitaba su posición ante la futura negociación. Los constantes golpes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional la erosionaban más ante esa probable mesa que, creo, que hubieran firmado, de un modo u otro, los tres presidentes citados.

Pero ETA quemó sus naves en Barajas, Rubalcaba ya les había advertido que esa tregua no sería como la de Aznar y tendrían que contar el número de detenidos con cifras de tres dígitos. Y así fue, en 2009 se detuvieron a 124 etarras y cayeron los tres últimos jefes operativos de la banda: Txeroki, Gurbitz y Ata. La Guardia Civil aprendió a luchar con los terroristas a base de muertos. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado no estaban para esas cosas en el franquismo, un puñado de recién llegados a Madrid fueron capaces de asesinar al presidente del Gobierno con el resultado final que su sucesor era el ministro encargado de la seguridad.

La heroica rebeldía de muchos vascos contra ETA a partir del asesinato de Blanco y el cambio de postura de Francia terminó por bloquearla entre el yunque y el martillo de los cuerpos policiales. ETA se disuelve, pero tras una derrota total, sin concesiones, sin transacción.

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