Entre los muchos consejos que Nicolás Maquiavelo le dio a Lorenzo de Médicis, en su obra mas conocida y malentendida, "El Príncipe", se encuentra este: "Los problemas que nacen se pueden solucionar rápidamente cuando se perciben a tiempo (un don que solo tienen los prudentes), pero si, por no haberlos advertido a tiempo, se les deja crecer hasta que todos los conocen, ya no tienen remedio. Por eso los romanos siempre se enfrentaron inmediatamente a los problemas que veían avecinarse, y nunca dejaron que siguieran creciendo con tal de no tener que enfrentarse a una guerra, porque sabían que con ello no iban a evitarla, sino solo a demorarla a favor de otros. Por eso tampoco asumieron nunca esa máxima que está siempre en la boca de los sabios de nuestros tiempos que dice que hay que aprovechar las ventajas que el tiempo trae consigo; Al contrario, prefirieron confiar en su propia virtud y prudencia, porque el tiempo arrastra muchas cosas, y puede traer tanto el bien como el mal". Y, como si hubiésemos buscado ser la inspiración perfecta para aquella reflexión, lo que se ha estado haciendo en este país con asuntos de estado cardinales es lo opuesto al comportamiento que en ella se describe.

Y, así, a causa de desafíos sociales, de convivencia y cohesión aplazados o ignorados, España se ha convertido en un país de gobernabilidad extremadamente difícil y cuya estabilidad reclama un nivel de compromiso con la ciudadanía, humildad, eficacia y altura de miras muy por encima del que hoy se reconoce en la política nacional, y los españoles hemos acabado pensando que lo público no es fuente de soluciones sino de problemas, y, así, ambas partes, clase dirigente y ciudadanos, vamos acercando a nuestra Democracia al punto crítico para su fortaleza en el que ni los ciudadanos pueden contar con la clase política ni la clase política puede contar con los ciudadanos. Tremenda debilidad y tremendo riesgo pues, como también advertía Maquiavelo, cuando llegan los tiempos duros, ambas partes se necesitan.

Por eso los shows y las banalizaciones deben terminar. Por eso, toda soflama debe ser rebatida y desenmascarada toda propuesta que busque agitarnos con el único objetivo de pescar en rio revuelto. Por eso todas las fuerzas demócratas y constitucionalistas deben empezar a hacer política de la que se escribe con mayúsculas y tienen la obligación de hablar, escuchar, proponer y negociar desde la lealtad a este pueblo y a sus necesidades y desafios. Y, por eso, vistas las disfunciones que, con la llegada del multipartidismo, han aparecido en nuestro sistema de elección de presidente del Gobierno, se han de implementar, sin demora, los mecanismos necesarios para que la conformación de un gobierno quede asegurada tras cada proceso electoral pues el tiempo no está a merced de las circunstancias.

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