Utopías posibles

No seamos toleranres

¿Hay que tolerar todo en democracia? ¿una propuesta es buena solo porque cuente con muchos seguidores?

La palabra "tolerancia" parece referirse a esas cosas con las que no estamos de acuerdo, pero no nos queda otra que tragar. Es preferible educar para la solidaridad, la comprensión mutua, el consenso, la empatía… aunque cuando todo esto falla, solo queda la tolerancia. Te tolero, aunque no esté en absoluto de acuerdo ni me parezca bien lo que dices o lo que haces. Lo sucedido hace dos días en el capitolio de los Estados Unidos debe hacernos reflexionar sobre los límites de la tolerancia. ¿Hay que tolerar todo en democracia? ¿una propuesta es buena solo porque cuente con muchos seguidores? ¿deben ser respetadas esas ideas, a toda costa?

Karl Popper decía que no se puede ser tolerante de manera ilimitada con quienes no son tolerantes, ya que al final serán estos intolerantes quienes no permitan ser tolerantes a los demás. Las reglas del juego deben ser las mismas para todas las personas, pero nadie puede atribuirse el derecho a cambiarlas a su antojo, sin contar con el oponente. Nadie puede romper la baraja. De lo contrario, ya no estaremos haciendo democracia, sino a merced de la voluntad de quien ha destruido lo que había. Está muy bien ser tolerante con quienes comparten un cierto interés constructivo y consideran a sus oponentes como iguales, con los mismos derechos y posibilidades. Sin embargo, las democracias no se pueden permitir que alguien haga propuestas que vayan en contra o reduzcan las oportunidades de participación, opinión o acción de nadie, llámese ciudadanía, personas inmigrantes, mujeres, población marginal o clase media. En el momento en que una idea política se basa en la reducción de derechos del oponente, debemos ser muy claros y enérgicos. No se puede tolerar. No se puede ser ni siquiera mínimamente comprensivo. El asalto al capitolio es solo una grieta en la pared. Todo empezó con una pequeña humedad que se fue extendiendo para luego desconcharse y hacerse cada vez más profunda. Por ahora, solo se ha venido abajo un trozo de pared. Si se sigue dejando, terminará destruyendo el edificio de la democracia, por completo.

Necesitamos, por tanto, que las buenas personas de izquierdas, de derechas, de centro o mediopensionistas, en la vida cotidiana, en la escuela, en la familia y en las relaciones sociales no permitan el más mínimo atisbo, rían la gracia ni den cancha a ninguna conducta antitolerante. No seamos tolerantes con los intolerantes.

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