A toro pasado

La vida continúa por derroteros diferentes y lo ocurrido el pasado domingo forma ya parte del pasado

No tiene ningún mérito opinar ahora que todo se ha consumado sobre los resultados electorales del pasado domingo, pero si se es mínimamente observador se ven detalles que van de lo subliminal a lo grosero y de lo ridículo a lo grotesco. Analizando el espectáculo desde la ironía y la metáfora se topa uno con situaciones que rayan entre la tragedia y la comedia, como la vida misma, con tintes humorísticos, humor negro se entiende. Resulta ridícula la imagen de triunfo y felicidad que todos y cada uno de los candidatos intentan transmitir a sus incondicionales tras conocerse los primeros datos oficiales de resultados. Como actores que son dirigidos por una pléyade de expertos y asesores, muestran su sonrisa dentífrica pase lo que pase, arropados por un colectivo gregario adoctrinado para no pensar y aplaudir el más mínimo exabrupto. Dirán que da lo mismo. Al fin y al cabo no es más que una puesta en escena.

El pueblo, como siempre, ha estado por encima de sus gobernantes. Es ésta una constante en la Historia de España. De Carlos II a Fernando VII, pasando por el inepto de Carlos IV hasta llegar a los múltiples incompetentes que pulularon por los diferentes gobiernos de los siglos XIX y XX, los españoles han tenido unas veces lo que han merecido y otras no han sido merecedores de los que les han gobernado. Sea como fuere, el pueblo es soberano y no siempre se equivoca. Afortunadamente se puede votar cada cierto tiempo y los gobernantes ya se han dado cuenta de que el voto es un cheque en blanco, eso sí, pero que tiene una fecha de caducidad y que, con cierta facilidad, cambia de portador.

Una cosa es ser candidato y otra ejercer el gobierno. En las campañas se prometen y se dicen cosas que todo el mundo sabe que no serán posibles de cumplir, pero todo el mundo lo asume. Nadie pedirá cuentas por ello. Forma parte del juego y del espectáculo. Lo que más vende es la ilusión y el electorado está ávido de propuestas que le hagan soñar con un mundo feliz. Porque la esperanza es lo que mueve al mundo y la memoria es selectiva. Las palabras, además, se las lleva el viento y cuando entran en escena el pan y el circo se conjugan el instinto de supervivencia con el de adaptación hasta conseguir el equilibrio necesario y la conducta conveniente. La vida continúa por derroteros diferentes y lo ocurrido el pasado domingo forma ya, inexorablemente, parte del pasado.

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