Más trabajo y menos subsidio

En el XIX, un obrero curraba 80 horas semanales y en el XX, no llega a las 40. En el XXI, quizá con 20 horas, sobren

Estos días se habla de rentas básicas universales y subsidios de emergencia, justificados por la crisis, pero con cierto aroma vocacional a quedarse como protección social indefinida. Algo que no debería aceptarse sin análisis serios, porque el tema no es baladí. Retoma debates atávicos, entre quienes teorizan sobre la redistribución general de la riqueza (previo decomiso singular, o casi), y quienes recelan de que el abuso de la subvención global atrae paz y votos hoy, desde luego, pero fomentará pronto la quiebra del Estado a través de la economía sumergida, la vagancia y el desaliento del esfuerzo. Y ejemplos históricos, no faltan. Por eso, dicen éstos, lo único que sí debe ser universal es el acceso al trabajo para todos, desde el ánimo individual de mejorar en un entorno de meritocracia, donde prime la igualdad de oportunidades y el respeto por el bienestar común. Resurge otro pulso ideológico, pues, que trasvasa el marco puntual de la pandemia, porque el paro que asoma. no será estacional, sino estructural e irá a más, por la robotización informática que propicia un cambio de paradigma que hará inverosímil que pronto, podamos trabajar todos, como hasta ahora. Lo que aconseja asimilar que, para combatir el desempleo, acaso sea más inteligente repartir horas de trabajo en vez de subsidios. Porque el modelo estajanovista es arcaico en una sociedad industrial en la que una sola maquina produce más, y mejor, que miles de operarios. Y que ello no supone un apocalipsis social: hace cien años la agricultura ocupaba al 80% de obreros y hoy, apenas al 5%. En el XIX, un obrero curraba 80 horas semanales y en el XX, no llega a las 40. En el XXI, quizá con 20 horas, sobren. Ni tampoco es un esnobismo, a poco que se piense: lo invocan desde el siglo pasado Russell, Theobald, Racionero, etc., con poco éxito, por cierto, dada la inercia de políticas cortoplacistas, miopías economicistas y la feroz competencia global. Aunque hoy recobra sentido si, por ejemplo, una parte de tanto subsidio se destinara a ayudar a las empresas que repartan las horas de trabajo que tengan, aumentando su plantilla de trabajadores y su tiempo de ocio. Una teoría, o mejor una utopía, ya sé, que no obstante se impondrá en ese futuro (si es que este existe como progreso en vez de como regreso a la jungla), donde tengamos que compartir lo que tengamos, aunque sea, como debe ser, en razón al mérito y al esfuerzo.

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