Como decíamos la semana pasada, refiriéndonos al Quijote, he querido reproducir el juego semántico y perspicaz con el que Cervantes juega con las palabras, planteando una tramoya, que según el diccionario de la Real Academia Española, tendría por significado "Enredo dispuesto con disimulo y maña". Asi que difícilmente se puede aludir mejor al conjunto de revestimientos escénicos que Miguel de Cervantes realiza en la gran obra de representación de si mismo, busca lugares geográficos y situaciones verdaderas con otras de pura invención, callándose aquellos que son reales y otros los sitúa caprichosamente en otras zonas geográficas, o al menos es lo que se deduce de lo que piensan algunos analistas, entre ellos Juan Antonio Cabezas, estudioso de la obra cervantina. Veamos algunos ejemplos, en los que el préstamo se limita exclusivamente al nombre: Ruidera, Toboso o Sierra Morena, estas acepciones no coinciden con la Mancha geográfica; ni otros nombres genéricos de un determinado lugar, como por ejemplo Toboso ¿era el Toboso tal cual como la descripción que hace Cervantes del mismo?, ni coincidía entonces ni ahora; además es calificado como un lugar peregrino, que en su defecto, parece ser que se refiere al Terroso, situado en los monte de León, que por encontrarse en la ruta sur que conduce a Compostela, se consideraba un lugar de peregrinación; lo mismo ocurre con la descripción de la cueva de Montesinos, donde describe una profundidad de 80 brazas, nunca más lejos de la realidad, pues la tal cueva no pasaba de una pequeña cavidad; o la mención que hace al conocido Campo de Montiel, tratándose de una invención literaria que viene a narrar la muerte de Pedro I El Cruel, en el cual se alude a Men Rodríguez de Sanabria, que era favorito del rey Pedro; no podíamos pasar por alto la frase "En un lugar de la Mancha", que está tomada de un romance que con el nombre de "El amante apaleado", y que figuraba en el Romancero General de 1600; el mismo juego lo encontramos en "Un lencero portugués recién venido a Castilla"; entre los muchos ejemplos citaremos otro digno de mención, los molinos de viento, cuya documentación los sitúa en Europa en el siglo XIII y concretamente en el norte de España desde el siglo VI, quedando relegada su aparición en la Mancha sobre el 1575, los cuales se multiplicaron muy rápido por razones estratégicas topográficas de la Armada Invencible; y aquí finalizamos esta tramoya, que no es cosa mía, sino de otros, del pensamiento y del juego que permiten las palabras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios